Por: Anónimo
Las clases presenciales tienen mucha más riqueza que una clase online y no es por el ámbito educativo solamente. Las clases online no valen ni valdrán jamás la experiencia que se obtiene en el salón de clases. Nada se compara con debatirle a un profesor, discutir lecturas tediosas e incomprensibles, la emoción de llegar casi tarde pero aun a tiempo, reconocer las caras de tus compañeros y ver en ellas amigos o rivales. La universidad es más que un mero medio para obtener conocimiento, a través de las interacciones humanas nos preparamos para una vida donde seremos servidores de la sociedad para hacerla un lugar mejor de la que nunca soñó con ser. Una clase online no te enseña el valor de la vida humana, en ellas solo eres un número más que contar en la asistencia.
Durante el tiempo de marzo hasta principios de junio, hemos estado soportando clases ineficientes por la modalidad «online». Estas clases nos hicieron experimentar estrés y ansiedad como nunca antes, no solo a los estudiantes, sino también a los profesores. Pocos, o ninguno, de los profesores estaban adiestrados para esta modalidad y en una semana se esperaba de ellos que fueran expertos manejando su nuevo salón de clases, muchos de ellos siendo personas mayores que ya de por si no se les hacía fácil el manejo de la tecnología, y los estudiantes estaban a merced de la habilidad tecnológica de los profesores. Cabe destacar que ambos grupos sufrían, y sufren, de su situación particular en el hogar; el internet lento y caro, el cuidar de los hijos, abuelitos, la familia que atender, los deberes del hogar, todo esto fueron factores que impidieron que de alguna manera se aprovechara la «educación» en línea. además, hubo una excesiva cantidad de gastos adicionales en equipo, alimentos y preparación por la pandemia, que no se podían o se hacían extremadamente difícil de cubrir. Esto hizo que hubiera casos donde estudiantes debían elegir entre el hospedaje, la comida o atender la clase virtual.
El hecho de que, estando en la fase 4 del plan del gobierno para abrir, impusieran que el semestre que viene sea en línea es una verdadera atrocidad y falta de humanidad por parte de la Administración universitaria. La evidencia es clara de que estas clases no sólo no son eficientes, sino que tampoco son una opción para cientos de estudiantes que viven de cheque a cheque y para los cuales ya es una hazaña económica el mero hecho de costear la universidad. Es importante señalar que la mayoría de los estudiantes reciben ayudas económicas.
Al paso que va el país, es altamente probable que para agosto ya seamos capaces de llevar una vida más o menos normal, claro, con mayores medidas de salubridad, pero el distanciamiento físico será cosa del pasado. Por esto, considero que es de suma importancia reevaluar la acción de dar las clases virtuales. No hay necesidad de ellas.
Finalmente, le exhorto a Administración Central que les pregunte a los estudiantes cómo fue su experiencia de marzo a junio con las clases virtuales. La decisión fue tomada sin su consentimiento u opinión, y ellos serán quienes estarán más afectados por esta decisión, no solo por las clases, pero también por todos los trámites que deben hacer ahora en línea, y que también probaron ser ineficientes de esta manera.
¿Estamos dispuestos a sacrificar nuestra educación por un adiestramiento mediocre e innecesario?
No pido que arriesguemos nuestras vidas, sino que reevaluemos nuestras opciones y optemos por una que nos brinde los mejores beneficios como estudiantes, profesores y pueblo de Puerto Rico.
Las expresiones vertidas en este escrito no necesariamente representan el sentir de Pulso Estudiantil.