Por: William Felix, MD CAQSM / ARRN
Para bien o para mal, el ser humano ha logrado sobrevivir en este planeta por tanto tiempo gracias a su continua capacidad de adaptación. Cuando le dio frío y estaba a oscuras, machacó dos piedras y surgió el fuego. Cuando sus pies dolían por tanto caminar, domó al caballo y luego invento el carro. Cuando encontró su zona de confort, inventó la excusa para justificar su estanque evolutivo y no confrontar sus más íntimas inseguridades. Dada esta última adaptación, otros Homo sapiens tomaron ventaja de esta regresión evolutiva en sus pares, y para perpetuar su dominio, reforzaron permanentemente la desesperanza y el miedo colectivo como herramienta de control poblacional. Con ello, se frenó el momentum y sus potenciales ventajas causado por la crisis en ese proceso evolutivo.
Históricamente, los catalíticos que empujan la capacidad creativa del ser humano y la formación de nuevas sinapsis neuronales en el cerebro coinciden en la constancia de eventos traumáticos que obligan al cambio. Inicialmente, se secretan neurotransmisores que, dentro de un marco fisiológico complejo, estimulan al cerebro y al cuerpo a actuar de forma instintiva. Por ejemplo, si a un tigre le da por perseguirme, créanme, no lo pensaré dos veces: patitas, pa’ que te quiero. Eventualmente, el ser humano aprende de estas situaciones y crea un plan lógico y creativo para evitar que eventos como este se repitan. En mi caso, procuraré nunca merodear donde haya tigres sueltos.
Teniendo claro este marco de referencias, podremos comprender como el “Efecto Traumático Rosselló y Secuaces” no difiere de otros estresores que han obligado al humano a evolucionar forzosamente su creatividad e impulso al cambio. Ricky está literalmente provocando un cambio evolutivo en nuestras sinapsis neuronales para así, dar paso a una transformación en nuestros patrones de conducta y complacencia colectiva. Para que estas sinapsis se tornen permanentes, hace falta repetición y consistencia. De no ser así, estas nuevas conexiones cerebrales mueren y volvemos a la regresión evolutiva a la que hemos sido acostumbrados. Nos corremos el riesgo de crear un nuevo patrón adaptativo sin precedentes ante la mediocridad y el abuso.
Les ruego, no detengan este proceso evolutivo que hoy transforma nuestras mentes y corazones. Utilicemos esta experiencia traumática para marcar el comienzo de un nuevo cerebro Boricua que no sucumbe ante el instinto primitivo pasional que nubla el raciocinio cada cuatrienio. Aprovechemos este ímpetu no como un “follón más” destinado al olvido gracias a nuestra amnesia selectiva. De esta forma, daremos paso a una versión optimizada de nosotros, creando una nueva criatura con claras ventajas evolutivas de quienes nos precedieron. No sucumban al miedo colectivo que generacionalmente se impone socialmente por la oligarquía para frenar esta revolución evolutiva. Hoy el destino nos da la oportunidad de crear una nueva especie. Hoy muere el Homo sapiens zanganus y nace el nuevo Homo sapiens borincanus.
Las expresiones vertidas en este escrito no necesariamente representan el sentir de Pulso Estudiantil.