Oficialmente concluída la temporada de colación de grados, resulta esencial y pertinente reflexionar sobre un patrón de acción adoptado por las instituciones superiores de la isla durante dicho periodo: el reconocimiento de las mujeres como mayoría en el sistema universitario.
Durante los meses de mayo y junio, distintas universidades de Puerto Rico graduaron a cientos de mujeres, entre las facultades, departamentos, escuelas y divisiones académicas: un logro excepcional para ellas.
Las instituciones superiores alagaron los actos de graduación de las alumnas emitiendo comunicados de prensa, dedicatorias y publicaciones que resaltaban a las mujeres entre los cientos de estudiantes convocados a las ceremonias, como en la Universidad de Puerto Rico (UPR) recinto de Arecibo, Mayagüez y Carolina, la Universidad Interamericana de Puerto Rico y la Universidad Sagrado Corazón (USC).
En la centésima novena clase del Recinto Universitario de Mayagüez (RUM), las mujeres componían el 51 por ciento (1,023) de los colegiales que recibieron sus títulos académicos. La UPR de Arecibo graduó a 604 estudiantes, de los que 424 eran mujeres; el recinto de Carolina, a 252 alumnas.
Las universidades patrocinaron su academia por otorgar un río de diplomas y distinciones honoríficas a “la clase graduanda con mayor número de mujeres siendo galardonadas”, emulando expresiones escritas del rector de la UPR en Arecibo, Carlos Andújar Rojas.
En otras palabras, resplandece su orgullo por graduar una mayoría.
Sin embargo, no se debe malinterpretar en su totalidad el patrón de acción de las universidades. Por una parte, cada logro de cada estudiante en esta graduación, las pasadas y futuras debe ser reconocido junto al esfuerzo y la dedicación condicionada al proceso académico.
Por otra parte, no es secreto que la trascendencia histórica de la mujer no siempre fue visibilizada. En el pasado, las mujeres estaban limitadas a su rol estereotípico. Incluso, fue hace menos de un siglo cuando obtuvieron el derecho al voto.
Aun así, en pleno siglo XXI, las mujeres todavía luchan en contra de la esclavitud sistemática y social que ha propiciado el patriarcado.
No obstante, es un dato concreto que las mujeres conforman la mayoría en las instituciones universitarias.
El Nuevo Día reportó que, durante las pasadas dos décadas, se ha mantenido la tendencia en Puerto Rico de que un 60 por ciento de los estudiantes matriculados en las universidades sean mujeres.
Durante los últimos 20 años, la cifra de egresadas por año académico también se mantuvo en 60 por ciento o más del total, tanto en universidades públicas como en privadas.
“Desde los años 1970 en adelante, la integración de las mujeres en las universidades ha sido constante. La universidad hoy día es de mujeres”, sostuvo para El Nuevo Día la doctora Lizandra Torres Martínez profesora de Ciencias Políticas y Sociales de la UPR de Cayey y coordinadora del Proyecto de Estudios de las Mujeres del recinto.
En 1970, comenzó la trayectoria inminente de la mujer al ingresar en la universidad; posteriormente, continuó al conseguir un empleo y generar y manejar su ingreso para posicionarse en la sociedad.
Inclusive, cada vez son más las mujeres que figuran en áreas de estudio anteriormente predominadas por hombres, como Clara Zetkin quien se desempeña en Ingeniería.
En el Puerto Rico actual, no debe extrañar ver mujeres en las Matemáticas, Ciencias de Computadoras e Ingeniería; sin embargo, es admirable considerando la predominancia masculina que arraiga en los campos.
Para el 2010, el 57 por ciento de los bachilleratos y el 46 por ciento de los doctorados en todos los campos le correspondían a mujeres; en Ciencia e Ingeniería, constituyeron el 50 y el 40 por ciento.
En áreas como Biología y Agricultura, el 58 por ciento de los bachilleratos y el 51 por ciento de los doctorados son completados por mujeres. Igualmente, vale mencionar el desempeño de cientos de alumnas en las Artes, Comunicaciones, Ciencias Sociales, Empresarismo, entre otros.
Aunque está lejos de finalizar, es evidente el progreso colectivo de la inclusión de la mujer en la sociedad y la aceptación de la diversidad que ellas brindan.
El cielo es el límite para las mujeres, al nivel que siete féminas conforman la primera clase especializada en Ciencias Forenses de la UPR de Carolina. O, como en el proyecto Formación para la Equidad de la Interamericana, la mayoría de los 75 graduados son mujeres de diversos programas, incluyendo el de Mujeres en Empleos no Tradicionales.
A pesar de la ignorancia o los intentos colectivos de desvalorizar los esfuerzos periódicos de las mujeres, como dice el refrán, “ellas no se dejan”.
Claro, el pensar que las mujeres no nos dejamos no justifica la inevitable frustración académica y el enfado social que suscita el ser mujer y estudiante. Sin embargo, si algo queda grabado en la historia es que ella estuvo, está y estará ahí para quedarse, en la universidad y el resto del mundo.