Por: Dr. Luis A. Ferrao Delgado
Estimado José Morales:
Leí con gran atención e inalterable interés su carta del pasado 29 de enero, y aprovecho para agradecerle el señalar abiertamente sus legítimas preocupaciones como estudiante de nuestro recinto.
Paso a comentar algunos de sus planteamientos y ofrecerle información que sirva para aclarar las dudas que puedan existir.
Usted plantea que nuestro Recinto “No estaba preparado para comenzar el nuevo semestre.” En efecto, este 2do semestre iba a iniciarse administrativamente el 8 de enero de 2020, y comenzar clases el 20 del mismo mes, pero tuvo que retrasarse hasta el 27 de enero por causa de los inesperados movimientos telúricos que nos asolaron. ¿Estábamos preparados para iniciar clases el 27 de enero? El problema es que si esperamos a las condiciones perfectas, estas puede que nunca aparezcan.
Por otro lado, recordemos que retrasar el comienzo de clases significa prolongar el semestre, lo que podría afectar tanto el inicio de los cursos de verano, como la fecha de graduación y los planes de trabajo de muchos de nuestros potenciales graduandos.
Algo similar ya lo enfrentamos después del huracán María en 2017. En aquel entonces se tomó la decisión de reiniciar el semestre el 31 de octubre de 2017, a pesar de que ni siquiera teníamos energía eléctrica, la mayoría de las oficinas no podían ser ocupadas y muchas de las clases tuvieron que darse en carpas. Aún así tomamos la decisión de abrir nuestro Recinto, recibir a los estudiantes y mostrarle al país que su universidad estaba de pie cumpliendo su misión. Significativamente, el mismo día que abrimos regresó la energía al Recinto, lo que ayudó grandemente. Conviene señalar que en New Orleans, luego del paso de Katrina en agosto 29 de 2005, las principales universidades de esa ciudad no pudieron reabrir sino hasta enero de 2006, y nosotros en la UPR pudimos ponernos de pie en menos tiempo.
En el caso del comienzo del actual semestre, tomamos la precaución de traer a los ingenieros estructurales necesarios para que nos certificaran que todos nuestros edificios estaban aptos para recibir a la comunidad. En cuestión de dos semanas se hizo una ingente labor inspeccionando inmueble tras inmueble durante los días posteriores al 7 de enero, se publicaron todos los informes de los ingenieros, y convocamos a reuniones abiertas a la comunidad con los propios ingenieros para aclarar dudas.
En un semestre normal, las labores administrativas por lo general inician 2 o 3 semanas antes de las clases, para precisamente tener el tiempo para tramitar los nombramientos de profesores y organizar el inicio del semestre de manera ordenada. Pero este no fue un semestre normal debido a las sacudidas telúricas: las labores clericales iniciaron el martes 21 de enero de 2020 y las clases el lunes 27, es decir apenas 4 días laborales después (y el tan necesario análisis de matrícula para determinar cupos y secciones se tuvo que hacer el jueves 23.)
Es posible que parte de las situaciones adversas e inesperadas que se confrontaron a inicios de clase y que usted describe en su carta (v.g. el nombramiento tardío de profesores para ciertos cursos), se deban a esta alteración involuntaria del calendario académico.
Pero, de nuevo, llevamos varios años con inicios de semestres atípicos: en 2018 el 2do semestre en realidad fue un trimestre e inició en marzo, y el semestre de enero de 2019 comenzó con la lamentable cancelación del musical Hamilton, que significó una pérdida millonaria para nuestro Recinto, y la declaración de Show Cause y Teach-Out de la MSCHE, que nos obligó a dedicar casi todas nuestras energías a cumplir con los estados auditados y otras exigencias de la agencia acreditadora—que por cierto nos volvió a acreditar en junio de 2019, luego de haber estado 2 años en probatoria a raíz de la huelga estudiantil 2017.
En su carta usted plantea problemas relacionados a “cambio de profesores o de salones sin previo aviso; y falta de materiales adecuados, como proyectores o instalaciones de estudio clausuradas…”
Por experiencia propia le puedo decir que los cambios de profesores o salones a última hora pueden obedecer a multiplicidad de razones, muchas de ellas ajenas al control departamental: un profesor puede enfermarse, mudarse, u optar por otro empleo y quizás lo informa el día antes de iniciar clases. De igual manera, por razones de acomodo razonable, reparaciones de unidades de aire o filtraciones, exceso o falta de cupo, a veces hay que trasladar una sección de un salón a otro. Podemos hacer la planificación académica más rigurosa pero no controlamos los múltiples imponderables que pueden surgir: desde huracanes, temblores, lluvias torrenciales hasta enfermedades.
En cuanto a la falta de materiales adecuados en los salones a la que usted alude, lo indicado es que el profesor o los estudiantes eleven su señalamiento al director departamental o al decano auxiliar de administración; o incluso el propio consejo de estudiantes de cada facultad puede y debe alertar sobre situaciones con la infraestructura educativa.
Como dato importante quiero informarle que durante los últimos 11 años fiscales la cuota de tecnología pagada por los estudiantes ha ascendido a 8.3 millones de dólares, de los cuales ya se han invertido 5 millones y el restante está identificado para proyectos en fases progresivas, la próxima de las cuales impactará 116 salones en 7 facultades donde se instalarán monitores y pantallas de hasta 86”, proyectores laser y paneles interactivos. Todas estas inversiones tienen, por ley, que pasar por subastas, adjudicaciones, certificaciones de compra, certificaciones del gerente del proyecto, en otras palabras: toma tiempo.
En cuanto a los docentes de nombramiento temporero, excelentes profesionales seleccionados por los comités de personal a nivel departamental, se trata de colegas que respetamos y reconocemos enormemente su trabajo, y sin ellos sería muy difícil cumplir la oferta académica del recinto.
Ahora bien, nuestro recinto ha experimentado durante las últimas décadas una baja considerable en su matricula estudiantil: de 21,741 estudiantes que teníamos en agosto de 2004, en enero de 2020 tenemos 13,150, es decir una reducción considerable de 39.5 por ciento. Es incuestionable que esta realidad incide en quienes tienen a cargo nuestra oferta académica.
Las razones para este decrecimiento de la población universitaria son variadas, y muchas son de índole demográfico y afectan a todo el país: reducción en la población escolar y en la tasa de fecundidad (actualmente 1.2, de las más bajas en el mundo), masiva emigración hacia los EEUU a lo largo de las últimas dos décadas, progresivo envejecimiento de la población, entre otras. Las diversas huelgas y cierres del recinto también han afectado la matrícula: luego de las huelgas de 2005, 2010-11 y 2017, la matrícula en el recinto se redujo en 1,247, 2,397 y 1,777 estudiantes respectivamente.
Por eso mi credo como Rector de mantener frente a cualquier circunstancia nuestro recinto abierto y sirviendo al país, y que exploremos la andragogía como opción para atraer a la universidad la cada vez más creciente y preponderante población adulta.
Espero que la información aquí provista sirva para aclarar algunos de sus planteamientos y espero reciba la presente como testimonio de mi mayor consideración.
Dr. Luis A. Ferrao
Rector del Recinto de Río Piedras
Las expresiones vertidas en este escrito no necesariamente representan el sentir de Pulso Estudiantil.