No ha pasado tanto tiempo desde que el performance “un violador en tu camino” suscitara miles de denuncias y testimonios de agresiones sexuales, que en su mayoría quedaron solo como un tuit más en un mar de miles.
Las historias son demasiadas. Nos enfrentamos, nuevamente, a otra ola de denuncias. Son muchas acusaciones de mujeres menores de edad que fueron hostigadas y acosadas por “empresarios” locales, entre los que figuran Javier Marrero de Yatea PR, Julius Ortíz de Pauwii Swimwear y Michael J. Méndez. Otros siguen saliendo a la luz.
Todo comenzó con las denuncias hacia Julius Ortíz, dueño de Pauwii Swimwear, por acoso sexual hacia modelos que contrataba para promocionar su mercancía. Decenas de jóvenes compartieron por Twitter sus testimonios acerca de cómo Ortíz las tocaba inapropiadamente y sin consentimiento. Asimismo, las manipulaba para verse a solas y que le enviaran fotos.
Muchas de las sobrevivientes hablaron de cómo, en el momento, no sabían identificar que se trataba de una agresión sexual. Pues, aunque sabían que había algo raro y que evidentemente se sentían incómodas, se convencieron a sí mismas de que nada había pasado. Es que es doloroso aceptar que las agresiones son agresiones, porque eso implica confirmar que ha ocurrido una violencia y que, por ende, hay una herida y un trauma que sanar. Sin embargo, al unir las voces de quiénes atravesaron esta experiencia, algo quedó muy claro: Julius Ortíz, «el agresor eres TÚ».
Estas denuncias terminaron destapando el horror detrás de los chats de Instagram de Javier Marrero, dueño de Yatea PR. En su caso, resulta particularmente alarmante ver cómo abusaba de su influencia y poder económico para hostigar a menores de edad. Lo que comienzó a verse, incluso, como un entramado de trata humana.
Desde mensajes de texto inapropiados e invitaciones a shootings y fiestas en yate, Marrero aprovechaba sus plataformas y negocios para convencerlas de que accedieran a verse a solas; tomarse fotos o, incluso, ser sus “sugar babys”. En los mensajes que han sido publicados, resalta la incomodidad evidente que sintieron las acosadas ante las insistentes invitaciones y los comentarios sexuales inapropiados. Surge, de nuevo, la única certeza: Javier Marrero, «el depredador eres TÚ».
Si bien son gravísimas las acusaciones surgidas que involucran a menores de edad, cualquier agresión sexual debe ser motivo de indignación y alarma. Es importante que evaluemos cuántas veces hemos estado en situaciones similares, en donde sabemos que hay algo raro, pero no podemos identificar bien qué es. En determinados momentos, nos sentimos incómodas y tenemos que restringirnos o estar en alerta por miedo a que nos pase algo. Esa normalidad que se nos atraviesa ansiosa es violencia silenciada.
La violencia sexual no tiene escenario favorito: se pasea por la casa, por las universidades, por los jangueos, por los ambientes profesionales y hasta por las redes sociales.
Ante esta verdadera pandemia, que cobra muchas más víctimas de las que serán contabilizadas, nos responde un gobierno que se burla de las feministas, que no aprueba un estado de emergencia y que no lleva a cabo las investigaciones correspondientes. A eso, súmenle una Procuraduría de la Mujer que solo hace hashtags y panfletos.
Igualmente, un cuerpo de Policía que lleva más de 700 personas arrestadas por el toque de queda, pero que nunca llega cuando se reporta un incidente de violencia machista. Sin hablar del sistema judicial y los medios de comunicación, que esconden los nombres de los agresores y que pintan todo de alegaciones, sin importar todas las pruebas existentes.
Algunos se preguntan por qué llevan las denuncias a las redes sociales y no a las autoridades pertinentes. Yo me pregunto: qué tan pertinentes son nuestros reclamos para esas autoridades; si siempre los ignoran y fiscalizan a las mujeres con más fuerza que a cualquier acusado.
También quisiera saber qué los hace pensar que las acusaciones falsas son tan comunes como las agresiones sexuales, cuando son tan pocos los casos de agresión sexual en los que se les cree a las sobrevivientes. Mientras, son innumerables los agresores que se pasean libremente por nuestros espacios.
Las denuncias surgidas reafirman lo que ya ha sido, vastamente, confirmado.
Necesitamos un Estado de Emergencia ante la violencia machista.
Necesitamos una educación con perspectiva de género y una educación sexual que nos provea las herramientas para entender el consentimiento y poder identificar cuando somos víctimas de agresión.
Necesitamos seguir destapando las caras y nombres de estos agresores.
Pero sobretodo, necesitamos crear espacios de apoyo, en donde podamos hablar de nuestras experiencias y ponerle nombre a nuestros dolores y traumas.
No hay forma ni momento adecuado para decidir hablar. Debemos asegurarnos de que, quien decida hacerlo, encuentre la protección y el apoyo que merece.
No subestimemos el poder de la denuncia en las redes sociales. Recordemos que, a través de estas plataformas, pudimos sacar a un gobernador. A los agresores les está llegando su hora final. Aunque sea uno a uno, van a caer.
ADT