Cada día se siente más caluroso que el anterior. Uno suda, bebe agua y usa las gafas o la gorra para taparse del sol. Es evidente que los esfuerzos son en vano porque no solo uno arde, sino la Tierra también. Es cierto este hecho, y –aunque el presidente Donald Trump insista en que el planeta no sufre de fiebre, al igual que jura por la falsedad de los noticiarios–, la ciencia dicta que enfermamos nuestro hogar, la Tierra, hasta el punto en que, quizás, no haya vuelta atrás.
En lo que va del 2019, se catalogó el pasado mes de julio como el más caliente en la historia mundial desde el 1880 con una temperatura global de 62.13 grados Fahrenheit. El huracán Dorian atravesó a nuestras vecinas Las Bahamas sin remordimiento en agosto. En el mismo mes, Islandia declaró muerto a Okjӧkull, su primer glaciar derretido. Ayer, miércoles, los puertorriqueños y las puertorriqueñas sufrimos un índice de calor que sobrepasó los 100 grados. Esta enumeración ejemplifica no solo de cómo nuestro mundo está cambiando ante nuestros ojos; también trastoca el balance sensible de la naturaleza y de la relación del ser humano con el ambiente.
Si hay algo en lo que los científicos y los periodistas confían casi a ciegas (porque siempre existe un margen de error), es en los datos y los hechos. Ecologistas estiman que, si no se toma acción para mejorar la situación ambiental, para el 2030 será muy tarde para salvar los pocos recursos naturales que nos quedan.
Sin embargo, existe una esperanza para la Tierra: nosotros y nosotras, la llamada Generación Z. Por tales razones, Pulso Estudiantil se solidariza con la marcha del Youth Climate Strike de este próximo viernes. Como jóvenes periodistas, comprendemos la labor social que tenemos con informar a nuestra audiencia, no solo las ocurrencias en la comunidad universitaria, sino, también, resaltar los logros de nuestros futuros –es más, presentes– líderes y profesionales de la sociedad puertorriqueña.
Les invitamos a participar de la carrera de nuestras vidas, contra el tiempo, la contaminación, las políticas antiambientalistas y el “no se puede”. Tenemos la ventaja del libre acceso a la información y de ser tecnólogos nativos; utilicémoslos a nuestro favor para crear herramientas ecoamigables a nuestro favor. Recordemos que la educación sirve para concientizarnos de esta verdadera amenaza y empatizar con aquellos que padecen de otros síntomas ecológicos.
Somos los y las jóvenes del mundo quienes conmueven las multitudes y lideran protestas por salvar el único hogar que tenemos. Ahora es el tiempo de brindarle amor y cariño a nuestros suelos boricuas, costas caribeñas, flora colorida y fauna diversa.
Esta marcha de la juventud por el cambio climático es solo el comienzo de una nueva misión de vida para nuestra generación y las siguientes. Asimismo, estará Pulso Estudiantil, de la mano del joven, de Puerto Rico y, ahora más que nunca, de la conservación del ambiente.