Por: Luis Joel Méndez González/ARAB
La alarma suena a las 1:00 a. m. Elsie Pérez González se levanta de manera apresurada y se dirige hacia la cocina. Agarra el paquete de arroz, el pote de habichuelas y lava bien el caldero; todo ello para cocinar el almuerzo que una vez al mes, reparte a cientos de estudiantes de la Universidad de Puerto Rico (UPR) en Arecibo.
Y es que desde que comenzó la solidaria iniciativa, Pérez González, mejor conocida como “Abuela Fefa”, ha entregado más de 800 platos de comida porque ha vivido en carne propia lo que es pasar un día entero sin tener un plato de comida.
“Yo sé lo que es pasar hambre. La desesperación por conseguir algo de comer es tanta que haces de todo; hasta en el zafacón buscas para conseguir aunque sea un pedazo de pan”, expresó la madre, de 50 años.
Fumar y beber la llevó a abandonar la universidad pocos días antes de comenzar su segundo año académico como estudiante de psicología en la Universidad Interamericana de Puerto Rico, Recinto Metropolitano. Pasó a vivir sola en un pequeño hospedaje que costeaba con lo poco que ganaba como cajera de un restaurante de comida china.
Incursionó en las drogas hasta llegar al punto en el que “cuando no tenía dinero para comprarme un cigarrillo, así en bata como estaba, me tiraba a la calle a media noche a agarrar todas las colillas de cigarrillo que encontraba para encenderlas y fumármelas”.
Debido a que tampoco pudo ingresar a la Policía de Puerto Rico a raíz de que solo pesaba 98 libras, la falta de dinero fue tal que mientras deambulaba sin determinado rumbo, ni si quiera tenía para comprarse algo de comer.
Sin embargo, gracias a las artes, hace 16 años atrás encontró la manera de cerrar ese oscuro capítulo de su vida. Hoy, es reconocida por ayudar “a la gente de la calle” vestida siempre de alguno de sus 20 personajes.
Por eso, interpretando a “Abuela Fefa”, quien gusta utilizar vistosos trajes de colores pastel, colores exagerados, así como medias cincuenteras que le llegan hasta más arriba de la rodilla, organizó en septiembre pasado el primer comedor social en el recinto.
“En una ocasión, mi hija, que estudió acá (en la UPR en Arecibo), me dijo que en la universidad había estudiantes que hacían de todo solo para ganarse alguito de dinero y poder comer. Luego de que me dijo eso, sentí en mi corazón que Dios me dio la encomienda de organizar un comedor social”, narró la vegabajeña.
Dos jovencitos del recinto le comunicaron la idea de hacer realidad la iniciativa. Mientras ellos se encargaron de dialogar con la administración de la universidad, ella comenzó a buscar donativos para cocinarles el almuerzo a los estudiantes.
“Para el primer comedor no sabía qué cocinar. Pero entonces dije que iba a hacer pasta. La conseguí al igual que la salsa. Pero me dije: ¿Qué le voy a echar? No tenía nada. Al día siguiente cuando fui al Banco de Alimentos al que pertenezco, conseguí milagrosamente casi trecientas latas de jamonilla y casi doscientas de salchichas”, recordó.
Junto a sus hermanas y vecinas, durante la madrugada preparó más de siete bandejas de comida -equivalentes a 52 sacos de arroz-. La acogida de parte de la comunidad universitaria fue de tal magnitud, que, para su sorpresa, no dio abasto.
Hoy, recuerda ese primer comedor social con regocijo. Por lo que este próximo martes 23 de abril, llevará a cabo la última “comelona” del semestre en el recinto. Cocinará arroz blanco, guineítos al escabeche, habichuelas guisadas, albóndigas y ensalada mixta.
“Ningún estudiante merece pasar hambre porque sé bien lo que es pasar por eso”, puntualizó la “Abuela Fefa”, cuyo sueño es que cada unidad del sistema universitario cuente con una cafetería gratuita para aquellos “que no pueden comprarse algo de comer”.