por: Jeremy Rivera Torres
La explotación laboral en el siglo XXI es considerada como compleja y de suma importancia, como lo pueden ser distintas formas de explotación.
Comúnmente, la explotación laboral al individuo se reconoce en los trabajos forzados o las prácticas análogas de la esclavitud y la servidumbre. Más allá de esto, existe una línea fina entre lo que se puede llamar una sociedad de producción o una de servir. En Puerto Rico, la clase media le sirve a la pequeña burguesía, la cual controla nuestro diario vivir y a veces no se toma en cuenta cómo nos están usando para su beneficio y generación de riqueza propia.
El salario mínimo de $7.25 equivale a 58 dólares en una jornada laboral de 8 horas. ¿Qué quiere decir esto? Siendo realista, se puede decir que la clase trabajadora está perdiendo más dinero del que le está entrando a su bolsillo por el empleo directo. En esas 8 horas de empleo, donde el trabajador está produciendo o brindándole algún servicio al patrono, está generando más dinero del que se le está compensando. En un país donde el costo de vida es alto, además se atraviesa un momento en el que las situaciones socioeconómicas de los ciudadanos comunes están desprotegidas por la mal llamada “reforma laboral”, aplicada por la administración de Ricardo Roselló.
Esta situación en la que se está ‘’exprimiendo’’ a la clase media del país para crearles riquezas a los patronos es lo que se puede llamar la “esclavitud asalariada”. Este término puede definir lo que está pasando en nuestra sociedad. Actualmente, vivimos en una isla donde el 44.5% de la población vive en pobreza, según el Censo del 2020.
Con estas estadísticas, se puede ver la realidad del país en donde casi la mitad de la ciudadanía está en necesidad de ayudas económicas, una de ellas reconocida como el Programa de Asistencia Nutricional. Es claro que el puertorriqueño no está viviendo, sino sobreviviendo.
Hay una tendencia consistente por parte del gobierno en hacer todo lo posible para atropellar a la clase trabajadora. Se puede observar con las constantes medidas, en la legislatura, tratando de retrasar proyectos de justicia al trabajador como el alza del salario mínimo, las pensiones y recuperar los derechos perdidos por la “Reforma Laboral”.
La falta de poder político y organización de uniones de trabajadores también es una de las razones por las que se hace más difícil llevar los reclamos. Muchos de los espacios de trabajo se enfocan en poner a sus empleados a competir por un mejor salario, resultando en un carácter individualista del obrero. Con esto dicho, los espacios de trabajo, en la mayoría de los casos, son un obstáculo para que sus empleados puedan hacer reclamos colectivos por más derechos y una mejor paga.
Muchos de estos obreros viven en condiciones inestables por los sueldos que causan tener que decidir si van a pagar la luz, el agua o su comida. ¿Es esta una sociedad justa y equitativa?
Las expresiones vertidas en esta columna de opinión no representan el sentir de Pulso Estudiantil