[Nota de la editora: esta es la tercera parte de un reportaje especial sobre dos historias de integrantes de la comunidad sorda en Puerto Rico]
El problema de acceso a la educación para la comunidad Sorda, en parte, tiene sus raíces en un lenguaje de señas que no está reglamentado ni documentado propiamente.
Actualmente, no existen investigaciones lingüísticas abarcadoras sobre el lenguaje de señas puertorriqueño, y no hay una junta que reglamente los requisitos para ser intérprete en la Isla. Por ello, es difícil crear los recursos educativos y currículos profesionales para adiestrar a más intérpretes.
La profesora Yarett Piñeiro Rodríguez, quien presentó en el 2017 una investigación sobre los servicios hacia la comunidad en el World Federation of the Deaf Convention en Hungría, indicó que es más importante que haya una junta certificadora a que existan programas académicos, ya que los cursos en instituciones formales se atenuarían a las disposiciones de la junta, y sería más fácil crearlos.
“Más allá del ofrecimiento académico y la preparación que brinde la universidad, debe estar a tono y en cumplimiento de una junta. El Registro de Intérprete de Puerto Rico está trabajando en la creación del Comité Evaluativo para certificar a los intérpretes. Un intérprete cualificado debe tener un amplio conocimiento lingüístico y dominio de destrezas en la interpretación”, recalcó la intérprete.
Garantías legales
El estado precario en las instituciones académicas, en cuanto al acceso a la educación a personas sordas, incumple con al menos tres leyes que garantizan el derecho de las personas sordas a la educación. Tanto la Ley Pública 105-17 (IDEA) como la Ley 51 de 1996 garantizan el derecho a una educación pública, gratuita, en la alternativa menos restrictiva, y que gire en torno a los acomodos razonables necesarios para las personas sordas.
Por otro lado, la Ley de Americanos con Impedimentos de 1990, a nivel federal, protege a los ciudadanos sordos de discrimen en los espacios laborales, y exige que se les brinde acomodo razonable en los servicios esenciales públicos. A esta medida, se suma la Ley de Igualdad de Acceso a Información para los Sordos en las Campañas Publicitarias del Gobierno de Puerto Rico, que tampoco ha sido implementada cabalmente, según Piñeiro Rodríguez.
No es imposible
Ante un mercado laboral discriminatorio, los límites en la comunicación continúan siendo el mayor problema para los sordos.
Además, en el mercado laboral, se suele priorizar el impacto económico negativo del acomodo razonable por encima del empleado. Piñeiro Rodríguez enfatizó que, a menudo, los patronos no saben cómo trabajar con una persona sorda, lo que a veces surge a raíz de prejuicios, y como consecuencia, produce prácticas discriminatorias.
“Ninguno de nosotros encaja en una sociedad con exigencias y expectativas irrealistas porque venimos a ser la pieza que muestra un sistema completamente defectuoso», opinó Piñeiro Rodríguez.
Queda de cada persona oyente intentar sensibilizarse con la comunidad Sorda e incluirlas en los espacios del día a día.
Del mismo modo, la sensibilidad y trato digno de parte de los oyentes hacia la comunidad juega un papel fundamental en la accesibilidad de los servicios.
«Es común leer o ‘escuchar’ comentarios como ‘¡ay bendito!’ o ‘ese no es mi problema’… Necesitamos crear consciencia de que somos personas normales, que podemos hacer cualquier cosa, excepto oír. Solo entonces tendremos equidad e igualdad de oportunidades», compartió la profesora de lenguaje de señas.
La accesibilidad a servicios de interpretación, junto a la implementación de currículos que respeten las necesidades de las personas sordas, les abriría las puertas para contribuir de forma excepcional a la cultura y sociedad puertorriqueña, de la misma forma que Rivera Sánchez y Piñeiro Rodríguez lo han hecho.
Con la adversidad en mente, la estudiante del Conservatorio de Música continúa con la cabeza en alto, reafirmando su decisión.
«Siempre he visto ese camino como un camino de lucha. La mayoría del tiempo me sentía sola y sentía que nadie podía ayudarme. Ahora, veo cómo la vida y Dios ha obrado en todo lo que he vivido para llegar a donde estoy», afirmó con orgullo.