La película surcoreana de Bong Joon-ho hizo historia en las premiaciones Oscar del pasado 9 de febrero del 2020 al ganar cuatro distinciones: Mejor Película, Mejor Guión Original, Mejor Película Extranjera, y Mejor Director. Este suceso marca la primera vez que una película extranjera gana el premio de Mejor Película en la historia de este evento. No ha de sorprender a nadie, pues, la película logra algo que pocos cineastas logran: ser originales y crudos sin ser morbosos. Advierto que este análisis contiene “spoilers”, aunque he evitado alguno de los más grandes para beneficio de aquellos que aún quieran ir a ver la película.
Son raras las veces en las que las personas salen estupefactas del cine. Hay películas que logran carcajadas en el espectador; otras, empatía con los protagonistas; muchas otras optan por hacer a las personas sufrir, pero prometen una sonrisa al final— el “happy ending” de Hollywood. La fantasía del cine reluce de forma evidente ante las situaciones poco probables que se traman para que ese final feliz (o poco probable) ocurra, y subsiguiente, satisfaga al espectador.
“Parasite” ignora mucha de estas convenciones y opta por una estética firmemente sembrada en la realidad. Claro está, la película está repleta de simbolismo e imágenes visualmente fascinantes— la piedra que el amigo de Ki-Woo le regala representa la avaricia— pero las convenciones estéticas del arte cinematográfico nos distraen de una trama sumamente fuerte, en todos los sentidos de la palabra. Lo más increíble de su narrativa es que todo ocurre dentro del mundo real, pero aparenta casi irreal.
“Parasite” trata sobre una familia de coreanos que vive la realidad de la clase pobre: hogares inundables en espacios poco habitables, trabajando en condiciones infrahumanas, e intentando ignorar las convenciones sociales de las personas más adineradas, aunque necesiten de algunas de ellas (como sucede con el servicio de celular e internet). La situación social de la familia Kim los lleva a intentar todo lo posible para poder salir de la pobreza. Dicho esfuerzo los lleva a olvidar todo código moral preestablecido y a convertirse en «parasitos».
Sin embargo, la película saca la metáfora fuera de estas nociones y plantea que, en realidad, la familia rica que termina contratando a los Kims por engaño son los parásitos. Es decir, la familia Park carece de destrezas que la familia Kim ha tenido que aprender por obligación. A la familia Kim no le sobra dinero ni tiempo para contratar conductores, amas de casas, terapistas, o tutores. Incluso, carecen de sentido común y malicia que les pudo haber ayudado a evitar su eventual fracaso ante los eventos del desenlace. Incluso, la familia Park carece de inteligencia emocional y destrezas comunicativas que les pudieron haber ayudado a conocer cómo sus hijos, quiénes sí sabían lo que ocurría, realmente se sentían.
Tristemente, la familia Kim es la que sufre las consecuencias del devenir dramático. Esta película carece de héroes. Aunque definitivamente podemos empatizar con la familia Kim, sus acciones no calificarían a sus miembros como héroes tradicionales. Incluso, no logran conseguir sus metas, pero pareciera que era un destino por cumplirse que se marcó desde la entrega de la piedra y el primer empleo de la familia Kim durante el transcurso de la película. Indirectamente, el director plantea que la familia Kim estaba destinada al fracaso desde el principio por su estado de pobreza, y esa franqueza y representación de la realidad es algo que las películas tradicionales no se atreven a contemplar.
Considero que la película tiene dos partes: La primera mitad, que es una comedia oscura, y la segunda, que es prácticamente horror situado en la realidad. La forma que Bong Joon-ho estructuró la historia es espeluznante; lo impredecible está escondido y a la vez en plena vista, mientras que lo predecible horroriza por el sentido de inevitabilidad que provoca en el espectador. La película obliga al espectador a sentir, y lo logra a través de la crudeza de su trama, sus imágenes visuales, y su valentía narrativa. Muy pocos directores se hubiesen atrevido a narrar una historia como esta en la pantalla grande, aunque la realidad es que muy pocas personas se pudieron haber imaginado tal historia.
Más allá de la trama, “Parasite” plantea la condición social de la pobreza como una que está inequivocablemente atada al desarrollo humano. Cuando los Kims descubren que no son los únicos que se han lucrado de la ignorancia y riqueza de los Parks, es evidente que los Kims no son parásitos por placer o carencia moral, sino porque las condiciones sociales obligan a las personas pobres a recurrir a “métodos pocos convencionales” para tan siquiera sobrevivir.
Los eventos del filme ponen a prueba los límites de la conducta humana y representan las facetas más extremas de la vulnerabilidad. La familia es unidad de sobrevivencia, pero también es identidad cultural. Los Kims aspiran a ser como los Parks, pero en realidad, difícilmente lo lograrán, por más que deseen. Aunque lo logren, los mismos personajes están conscientes de que hay cosas que la riqueza jamás podrá comprar. Bong Joon-ho no romantiza la pobreza aquí; muestra su crudeza, las consecuencias, las condiciones humanas a las que están sujetas las personas, y los horrores que se materializan en la vida cotidiana.
GCP