Los reclamos de la lucha feminista a lo largo de la historia se han dedicado a señalar, entre muchas otras cosas, la explotación de las mujeres en el ámbito doméstico. Aunque ya es bien sabido que, históricamente, las mujeres fueron relegadas al trabajo del hogar sin recibir la compensación merecida, aún hay ámbitos de esa desigualdad que no se discuten lo suficiente y que nos conciernen grandemente como sociedad puertorriqueña. Uno de ellos es el trabajo del cuidado de personas mayores, ya que en Puerto Rico es efectuado en su mayoría por mujeres bajo el nivel de pobreza.
El trabajo de cuidadora puede ser igual o más complejo que el de la maternidad. Sin embargo, apenas existen programas o ayudas que busquen aliviar la carga que cae sobre las mujeres que ejercen esta labor. La realidad es que en un país donde cada vez hay más personas de edad avanzada que jóvenes, la responsabilidad de cuidar de les familiares debe ser un asunto que atienda el estado.
Un estudio realizado por la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico (PUCPR) en este mismo año, reveló una disparidad significativa en el género de les cuidadorxs entrevistades, donde el 77% eran mujeres. Esta estadística no sorprende a nadie, pues en una sociedad patriarcal donde a los hombres no se les enseña la tarea de cuidar de otras personas, es evidente que no se les exigirá que cuiden de sus mayores.
El cuidado de les mayores ha sido considerado siempre una cuestión familiar; una persona envejece y, mayormente, las hijas o nietas asumen la tarea del cuidado, a menos que se posea la capacidad económica para costear servicios de un hogar de ancianos o de une cuidadore formal y asalariade. El hecho de que quienes asumen esta responsabilidad sean más mujeres que hombres responde a un orden social patriarcal en donde la mujer es la única con experiencia en tareas domésticas y en donde se presupone que los hombres no tienen la capacidad, ni deberían tener el deber, de ayudar en la labor de cuido.
Lo alarmante aquí es que se ve un patrón de relegación de un enorme peso a una persona que apenas recibe apoyo de la familia, la comunidad o el gobierno. Ante un asunto tan cotidiano y silenciado a la vez, es importante resaltar las condiciones en las que viven las cuidadoras, que varían y se agravan dependiendo de la clase social y sus condiciones materiales. Se trata de una carga que exige la renuncia de muchas otras responsabilidades para poder asumir esta labor y que, en la mayoría de los casos, tiene impactos negativos en la salud física y emocional de quien la ejerce. Igualmente, es importante notar que, según el estudio mencionado, la edad promedio de les cuidadores es de 51 años, lo cual demuestra que quienes ejercen esta labor son personas también mayores, con las necesidades y dificultades que conlleva alcanzar cierto número de edad.
Cuidar de un familiar de edad avanzada depende mucho de las particularidades del paciente y de los problemas o enfermedades que este posea. Pero cuando se trata de personas encamadas, esto implica un cuidado constante y sin descanso, pues hay que acompañarles durante la noche, cambiar pañales, bañarles, alimentarles al menos tres veces al día, lo cual conlleva otros trabajos silenciosos, como cocinar, limpiar, hacer compra, entre otras cosas. En este escenario, es casi imposible que una cuidadora sola pueda tener otro trabajo, lo cual nos lleva a otra complicación: la necesidad económica. Cabe destacar que, según el estudio publicado en NotiCel, el 96% de les cuidadores entrevistadxs no recibe aportación económica de familiares.
La incertidumbre económica es hilo conductor de otros males emocionales, como la ansiedad y la depresión. El estudio mencionado indicó también que el 72.7% de les entrevistades presentó un grado mínimo de depresión y el 49.7% algún nivel de ansiedad entre mínimo y severo. Entre otros padecimientos se encuentra nerviosismo, incapacidad para relajarse, pérdida de energía y de capacidad de concentrarse, entre otras cosas. La falta de ayuda social y gubernamental ante esta situación ha suscitado un escenario de decadencia, al igual que la persona cuidadora como la paciente se ven enormemente afectadas.
Esta realidad se ha visto grandemente normalizada y hasta invisibilizada. Damos por normal que personas a nuestro alrededor, en su gran mayoría mujeres, tengan que sacrificar su salud física y emocional para cuidar de sus familiares. Y claro, lo aceptamos porque que nos preocupamos por nuestrxs viejxs y queremos cuidarles lo mejor posible, pero ¿qué hay de las cuidadoras? ¿Qué hay del Estado que se mantiene en silencio mientras tenemos un país donde casi el tercio de la población es mayor de 60 años y no existe política pública que se encargue del cuidado de esta población? ¿Qué pasa con las necesidades físicas, económicas y emocionales de las mujeres que dan pausa a su vida para cuidar de sus familiares sin recibir nada a cambio?
El cuidado de les mayores es un asunto feminista porque, mientras no se les enseñe a los hombres que también pueden realizar tareas del hogar, mientras no se les exija que se involucren en el cuido y crianza de les hijes, y mientras socialmente no se espere de ellos que aprendan a cocinar, a limpiar y a cuidar a las personas a su alrededor como se les exige a las mujeres, no se podrá alcanzar igualdad ni justicia para las mujeres que han tenido que renunciar a sus vidas para cuidar de familiares.
Es también un asunto feminista porque mientras siga perteneciendo al ámbito doméstico, -y por ende femenino-, y no se problematice ni se salga de las ficticias paredes del hogar, el Estado no tomará responsabilidad de esta problemática. El cuidado de les mayores es asunto social y de salud y, por ende, es responsabilidad también del gobierno asegurarse de que nuestres ancianes tengan la posibilidad de una vida digna, y que la tarea de cuidarles sea dividida y compensada de manera justa y humana.
El feminismo debe estar en todas partes, y uno de esos lugares es en los hogares de familia donde no se les exige a los varones que cooperen con el cuido de sus progenitores y abueles, y en donde el silencio acalla las necesidades y el cansancio de las mujeres que se olvidan de sus vidas para dedicarse al cuidado de otras. Sobretodo, necesitamos el feminismo dentro de nuestros hogares y dentro del Capitolio para que haya maneras más justas de devolver el cuidado y cariño que en algún momento nos dieron nuestres viejes y que tanto se merecen.
Las expresiones vertidas en este escrito no necesariamente representan el sentir de Pulso Estudiantil.
MPFM