Justo después de que un temblor de 6.4 grados de magnitud estremeciera a Puerto Rico y provocara un apagón masivo en toda la Isla, la universitaria Aleisa M. Ramírez León creó un grupo de amistades para llevar suministros a las personas afectadas de Ponce, Guánica y Guayanilla.
Luego del evento sísmico el 7 de enero de 2020, las consecuencias vividas por la población sureña conmovieron a estos estudiantes universitarios a actuar para el bien común.
«Ver a la gente en refugios, durmiendo en casetas o en las calles; ver a los niños, a las personas mayores y con impedimentos, las casas derrumbadas, las carreteras dañadas, los edificios llenos de grietas fue impactante. Fueron días tristes”, narró Ramírez León.
De acuerdo con expertos de la Red Sísmica de Puerto Rico, este evento telúrico asentó bases para lo que se convertiría en un mes de intensa secuencia sísmica en la isla. En solidaridad, miles de puertorriqueños visitaron el sur, desde Salinas hasta Lajas, para entregar municiones de primer auxilio. Entre los voluntarios, el estudiante Fernando C. Torres Pérez también colaboró en los esfuerzos de recuperación.
“Tuve la oportunidad de visitar a Yauco para entregar suministros. Fue sorprendente ver a tantas personas en refugios, adentrarnos a los barrios y escuchar las historias de cómo lo perdieron todo”, dijo Torres Pérez.
Según exgobernadora Wanda Vázquez Garced, más de 300 personas fueron evacuadas, unas 300,000 quedaron sin servicio de agua y varias escuelas se afectaron estructuralmente.
De acuerdo con datos del gobierno, más de 8.000 personas acudieron a refugios, y otros puertorriqueños acudieron a dormir en carpas en las calles, los patios o espacios abiertos por temor a las réplicas.
Como resultado del temblor y la secuencia sísmica que provocó, Vázquez Garced declaró el estado de emergencia, activó a la Guardia Nacional para socorrer a los afectados y ordenó la cancelación de labores y clases en el sistema público.
Las instituciones académicas, particularmente las del área sur, suspendieron labores administrativas y pospusieron el inicio de clases para inspeccionar las estructuras, establecer planes de contingencia y garantizar la seguridad de sus estudiantes y el personal.
A un año de los temblores, Pulso Estudiantil revisó el estatus de varios de los recintos afectados y recopiló las experiencias de los estudiantes.
Universidad de Puerto Rico en Ponce
“El regreso a clases fue una situación agridulce para mí. Adaptarse a entrar a un salón de clases y permanecer sentada sin tener ansiedad, sin estar pendiente a cada ruido o movimiento fue sumamente difícil. Llegué a experimentar un temblor tomando clases y nos vimos en la necesidad de desalojar. En el momento todos nos quedamos paralizados”, expresó Ramírez León, quien es estudiante de Drama.
De acuerdo con sus experiencias con movimientos telúricos en la institución, Ramírez León percibió que el recinto ponceño no estaba preparado para recibir a los estudiantes.
Sin embargo, el presidente de la Universidad de Puerto Rico (UPR), Jorge Haddock Acevedo, decidió, el 9 de enero de 2020, que la unidad académica no sufrió daños significativos en sus estructuras.
Ramírez León destacó la falta de un consenso de parte del personal de la universidad, con relación a los planes de emergencia, así como el uso de facilidades que a simple vista parecían no aptas para tomar clases.
“Surgieron muchos malos entendidos con el desalojo. Se supone que nos llevaron a un sitio sin tendido eléctrico y árboles y el lugar principal al que nos llevaron incumplía con ese requisito. Muchos estudiantes nos quejamos porque verdaderamente no era un área adecuada” añadió.
La alumna de tercer año insistió en que había una falta de organización, entre el profesorado, ante la falta de protocolos. “No me sentía segura”, recalcó la joven.
Pulso Estudiantil se comunicó con la Oficina de Prensa del recinto en varias ocasiones, pero no se obtuvo respuesta.
Pontificia Universidad Catolica de Puerto Rico
Por su parte, Torres Pérez relató, en entrevista para Pulso Estudiantil, lo que presenció en su regreso a clases luego de los sismos reportados.
“Teníamos un plan de contingencia bastante claro. Todos los profesores nos explicaron los pasos a seguir en caso de un terremoto durante los primeros días de clases. Los terremotos marcaron dificultades como la falta de internet y la electricidad y la facultad nos orientó sobre los recursos que teníamos a nuestro alcance y fueron muy flexibles», comentó el universitario de cuarto año en Tecnología Médica.
Torres Pérez, como estudiante, hizo hincapié en la importancia de identificar lugares seguros, libres de árboles y tendido eléctrico, debido al gran factor de riesgo que presentaba para la comunidad universitaria.
Según el ingeniero Armando Rodríguez Torres, el recinto ponceño de la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico fue el más afectado.
“Los edificios se afectaron a un nivel estructural y no estructural. Se restringió el acceso a tres edificios. Mientras se reparaban y remodelaron los edificios afectados, se instalaron facilidades temporeras, algunas oficinas se ubicaron en vagones y las clases se programaron en las estructuras aptas”, compartió Rodríguez Torres para Pulso Estudiantil.
Entre los edificios afectados se encontraron el edificio McManus, el cual que lograron reparar en tres meses y actualmente se encuentra cerrado por efectos de las réplicas reportadas en marzo; el edificio de Fundadores, también inoperante por el momento y para el que crearon anexos a la facilidad para apoyarlo con estructuras temporeras; y la Biblioteca Valdez, que próximamente abrirá.
Asimismo, el profesional destacó que se realizaron reuniones con el personal de la universidad para orientarlos sobre el plan de contingencia e, incluso, contaron con la ayuda de expertos en el tema.
“Nos reunimos con el personal administrativo, la facultad y los estudiantes para orientarlos sobre el estatus de los edificios, los significados de los rótulos y hasta ofrecimos recorridos por los edificios para mostrar lo discutido en las reuniones. También, trajimos expertos en el área como profesores del Colegio de Mayagüez, ingenieros estructurales y expertos de la Red Sísmica”, compartió.
Por otro lado, afirmó que muchos de los trabajos de reparación de estructuras y mejoras de facilidades, en el recinto, se han visto afectados por los constantes temblores que aún se continúan reportando.
“Ha seguido temblando. Esto representa un problema mayor ya que los trabajos no se pueden continuar. Tenemos que reinspeccionar las estructuras y encontrar nuevas grietas es algo que complica reponerse del evento”, concluyó el ingeniero.
Universidad Interamericana de Puerto Rico
De acuerdo con la rectora del recinto ponceño de la Universidad Interamericana, Vilma Colón Acosta, la institución no se vio afectada a nivel estructural.
«Después del 7 de enero, inspeccionamos con nuestro arquitecto y todo un personal de mantenimiento y conservación construcción todas las estructuras del recinto. Según los resultados, no sufrieron ningún daño ni representan algún peligro», expresó Colón Acosta.
La universidad se comunicó con los 1,200 estudiantes adscritos a la institución, a través de un sistema de contactos, para indicarles el estatus del recinto y asegurarse de su bienestar, según la rectora.
«Comenzamos con los estudiantes de Guánica y Guayanilla, la mayoría son de esta zona. Los contactamos a través de sus celulares y conocimos el estatus en el que se encontraban. Eso marcó un operativo para conseguir suministros y levantó un censo de necesidades mayores de estudiantes”, agregó.
Por consiguiente, establecieron un centro permanente, en los predios del recinto, con acceso a comida y abastos de agua, siendo este último recurso el mayor problema.
De igual manera, la administración abrió el servicio de duchas del complejo deportivo a todo el estudiantado que así lo necesitara.
Con relación a los planes de contingencia, Colón Acosta indicó que el recinto se rotuló completamente, practicaron con frecuencia los planes de desalojo e identificaron zonas de encuentro en las áreas norte y sur de las instalaciones.
Atemperados a esta nueva realidad, las instituciones académicas sureñas comprenden contar con planes de mitigación y contingencia lo suficientemente concretos para enfrentar un próximo evento telúrico.