Era tan solo una niña cuando Mayra Santos Febres se cuestionó, por primera vez, por qué no veía representación de personas negras en los juguetes, en los libros y en la televisión.
“¿Por qué soy tan invisible? ¿Por qué me invisibilizan tanto? ¿Por qué no hay ni juguetes que me representen?”, recordó haberse preguntado.
Antes de ser una de las principales voces de la literatura contemporánea del Caribe, Santos Febres, con el apoyo de su familia, tuvo que “pelear por la inclusión” en diversas instituciones.
Ahora, la también profesora en la Universidad de Puerto Rico (UPR) traslada, a través de la escritura, la vida de las mujeres negras desde los márgenes de la historia puertorriqueña al centro de los relatos, creando así literatura que verdaderamente refleja la sociedad.
Santos Febres demuestra su capacidad de ir más allá de las convenciones sociales en sus escritos. Cuando habla sobre los temas que trabaja en los textos –la libertad sexual y personal de la mujer, los derechos de la comunidad negra y LGBTQ+ y la identidad del puertorriqueño como caribeño– lo hace con una voz sutil, una risa a mitad de oración y a veces alzando la voz cuando le apasiona lo que dice.
A pesar de contar con ese ingenio, durante su niñez, como muchos afropuertorriqueños, tuvo que reevaluar constantemente su manera de actuar. Las frases como: “tienes que estar bien limpia, siempre bien puestecita, no hables alto, no seas tan cafre, estudia mucho, tienes que estudiar más que los demás para que se te considere”, formaron parte de su crianza, expresó.
La escritora mencionó que, junto con la invisibilización de los afropuertorriqueños, la definición social de que la persona negra “es criminal, inmoral y sucia funciona muy bien para mantener el control social”.
A medida que se fue desenvolviendo, Santos Febres encontró un nicho dentro de la sociedad “no por negra sino por ser, supuestamente, la excepción a la regla”, lo cual recalcó que no está bien.
“Hay muchas personas negras que somos inteligentes, creativas y no tiene nada que ver con el hecho de que somos excepciones”, reiteró.
El discurso de las tres razas y el precio de la inclusividad racial
“¿Qué te cuesta entrar a la modernidad si tú eres una mujer negra profesional?”, en esta pregunta Santos Febres basó su novela La Amante de Gardel. La respuesta revela los retos que las personas negras enfrentan en la sociedad puertorriqueña.
El texto, que fue premiado en el 2019 por la Academia Nacional de Farmacia en Francia, trata acerca de la vida de Gardel, la historia de la medicina, el racismo y el discrimen hacia la mujer puertorriqueña en el desarrollo y producción de la pastilla anticonceptiva. El personaje principal Micaela Thorné, una mujer negra, debe elegir entre asumir su destino como curandera o escapar de él y hacerse ginecóloga.
Santos Febres cuestiona en esta novela, y en otros de sus escritos, los precios sociales qué una persona negra tiene que pagar para ser incluida, o por lo menos, pensar que lo es dentro de la sociedad puertorriqueña.
“¿Qué tú dejas atrás para parecerte a la gente que se supone que te tienes que parecer? Tú dejas atrás a tu familia, dejas atrás en lo que tú crees, tú niegas a un montón de gente”, mencionó.
En medio de la entrevista telefónica, Santos Febres se excusó para hablar con su hija, pues entre los muchos sombreros que carga es el de ser madre de una niña y un adolescente.
Entre risas volvió a la conversación en la que discutió que la afirmación de que el puertorriqueño es una mezcla de tres razas: europeos, taínos y africanos, es un discurso racista de origen hispánico.
“Desde el siglo 19, Martí y otros pensadores, hablaban siempre de las tres razas. Sin embargo, había una raza que predominaba.”, explicó la docente.
Luego de mencionar que la raza es una construcción social, reiteró que se utiliza la aseveración para excluir al decir: “Sí, somos las tres razas, pero los mejores preparados, los más cercanos a la cultura hispánica hablamos por el resto”. Santos Febres dijo que “se queda todo en una estrategia discursiva. Hay una inclusión que es forzada hasta cierto punto”.
“Entonces lo que yo he hecho con mis novelas, sobre todo, en la poesía y los ensayos es cuestionar esa supuesta democracia racial y cuáles son los precios de la inclusividad racial”, expresó.
Racismo sistemático
A pesar de que han pasado muchos años desde que aquella niña carolinense cuestionó la representación de personas visiblemente negras en espacios de poder, todavía hoy día como catedrática en la UPR, Recinto de Río Piedras, es una de las pocas profesoras negras en la institución.
Santos Febres también ha sido profesora invitada en la Universidad de Cornell y Harvard, donde no ha estado exenta del racismo.
En el final de uno de sus cursos en la Universidad de Harvard, la docente narró que se encontraba reunida con los estudiantes de la clase, mayormente latinos y negros, haciendo una lectura de poesía, el proyecto por el cual habían trabajado todo el año, cuando fueron interrumpidos por la Policía.
“Era horrible porque yo les decía que soy profesora, les trataba de explicar que estoy con mis estudiantes. Les dije mi número de clase, número y codificación, y era como hablar con una pared”, narró.
A pesar de su explicación los policías no la escucharon y dispersaron la reunión. Luego de tener esa experiencia, Santos Febres decidió no continuar como profesora en Harvard y regresó a Puerto Rico.
Sin embargo, en la isla también ha experimentado racismo a pesar de ser una docente reconocida en el sistema público del país.
“Por mucho tiempo yo no quise hablar de eso [mi experiencia] y ahora me doy cuenta, mi manera de protegerme, mi coping strategy era decir: sí, yo he pasado por racismo, pero no ha sido un racismo personal tan grave. Era también para no darle protagonismo a la definición [que tienen] los demás desde afuera”, reconoció Santos Febres.
Por otra parte, la escritora acepta que fue privilegiada porque consistentemente ha tenido la oportunidad de representar a su país. Además de ser catedrática, ha sido galardonada en múltiples ocasiones por sus escritos literarios, y realizó sus estudios graduados en Cornell, o en “una universidad que por ahí llaman prestigiosa” como ella dijo con humildad, en la entrevista, sin mencionar el nombre de la institución.
Esos privilegios “los agradezco al universo, a mi y a todo el mundo, a los ancestros, a la gente que me ha ayudado, a los profesores, a los estudiantes que me han dicho que yo soy buena profesora”, expresó.
Aún así reiteró que “ser negra y ser negro en Puerto Rico y en muchos países es un asunto, tiene su vaina y es difícil porque hay que bregar con ese obstáculo social, absolutamente inventado, todo el tiempo”.
“A mi me respetan mucho pero todavía tengo que pelear como una diabla boca arriba para poder dar las clases a nivel universitario que yo sé que mis estudiantes necesitan y quieren”, expresó la docente quien también se caracteriza por su uso particular del lenguaje.
“Cuando tú te das cuenta de que trabajas en una institución donde puedes estar, puedes dar las clases “ah, mira somos inclusivos”, pero son las clases de la misma supremacía intelectual blanca, eurocéntrica, anglocéntrica”, explicó la profesora quien estuvo años intentando que la UPR añadiera clases sobre estudios caribeños, estudios afroamericanos y literatura afro, entre otros.
Más de 100 años después de su fundación, la UPR aún no cuenta con cursos acerca de la afrodescendencia en la isla o de filosofía afro.
“Es vergonzoso. Eso no es casualidad en 100 años”, dijo la catedrática alzando su tono de voz. “Eso no es “ah, se nos olvidó”, no. Eso es una cuestión política”.
“Cuando tú te das cuenta de eso, te das cuenta del profundo racismo institucional que organiza la Universidad”, argumentó la también fundadora del Festival de la Palabra, un evento que reúne a autores locales e internacionales.
“Hay que cambiar por una representación real de nuestros saberes”, recalcó.
El racismo se presenta en las instituciones educativas y en la sociedad de múltiples maneras. En las pasadas semanas, a la luz de la muerte del afroamericano George Floyd (1973-2020), han surgido protestas antirracistas en los Estados Unidos y Puerto Rico, para reclamar justicia por su muerte, que se suma a la tasa de mortalidad producto de la brutalidad policial.
Santos Febres mencionó que el racismo que existe en cada país es particular. Según la catedrática, en Puerto Rico tenemos “una economía racial yuxtapuesta interseccional entre la manera en la que nosotros pensamos la raza y la manera en la que los Estados Unidos piensan la raza”.
La escritora reconoce no sentir temor en Puerto Rico de que la maten por su color de piel. Sin embargo, expresó preocupación de que su hijo sufra racismo sistemático por parte de las autoridades como lo experimentó su hermano.
“Tengo miedo de que a mi hijo le hagan lo que le hicieron a mi hermano, que le creen casos criminales con sentencias desproporcionadas. Esa es la manera más cruel y sistemática que se trabaja el racismo en Puerto Rico, donde una persona de clase alta comete una falta y le dan una multa; una persona negra o mulata de clase trabajadora comete la misma falta y la meten varios años a la cárcel”, expresó.
“La ley es un proceso de control social que trabaja en contra de las personas negras, de las personas pobres y de las mujeres, y eso es así”, puntualizó.
Por su parte, Santos Febres contrarresta el racismo y la imposición de la marginación a través de sus múltiples sombreros como profesora, madre, gestora cultural y particularmente en sus escritos visibilizando saberes: caribeños, puertorriqueños, de género y de negritud.