El mito de las tres razas, sumado al de que «una persona negra no puede ser racista», se unen para provocar la censura hacia las denuncias de injusticias racialmente motivadas en la sociedad puertorriqueña.
Tanto en el Departamento de la Justicia, como en programas televisivos, a plena luz del día en los vecindarios, y en las redes sociales, el racismo y la ignorancia hacia este fenómeno se han manifestado abiertamente en las últimas semanas.
En efecto, en lugar de reconocer que perpetuó un estereotipo dañino y racista acerca del coeficiente intelectual de la expresidenta del Colegio de Abogados Ana Irma Rivera Lassén, el comunicador negro disfrazado de muñeca, Kobbo Santarrosa, prefirió tergiversar el reclamo a su expresión racista como un alegado boicot a sus auspiciadores.
No es la primera vez que Santarrosa tergiversa altera un asunto con relación al racismo.
Su ignorancia en cuanto al tema se manifestó cuando planteó que la candidata a la gobernación por el Movimiento Victoria Ciudadana, Alexandra Lúgaro Aponte, «se sentía privilegiada de ser blanca», en lugar de reportar que la candidata se expresó en torno al privilegio blanco que posee.
Reconocer el privilegio que uno posee como persona blanca en una sociedad que oprime a las personas negras no es un acto racista; al contrario, es clave para erradicar el racismo que se perpetúa en el día a día y se invisibiliza por personas como el titiritero Santarrosa.
No obstante, las imputaciones de racismo por el caso que sostuvo Virginia Hernández en contra de la madre de la candidata implican que, posiblemente, hubo una censura hacia un reclamo justo en contra de la discriminación que sufrió como dominicana negra en la empresa donde Lúgaro Aponte trabajaba.
En este sentido, de ser ciertas las imputaciones, la licenciada tampoco puede quedar exenta de señalamientos hacia su involucración con una práctica racista, pero Kobbo Santarrosa, evidentemente, hizo la crítica por motivaciones políticas y no por ser una figura antirracista.
Asimismo, personalidades de los medios, como Luis Dávila Colón y el excolaborador de El Calce mejor conocido como Macetaminofén, vivían acostumbradas a realizar chistes casualmente racistas sin importarles las consecuencias sociales de sus expresiones.
Las prácticas racistas también permean el sector de administración pública. «Vamos por buen camino», leyó un mensaje de Whatsapp de Orlando Cintrón, uno de los procuradores que estuvo bajo el mandato del ahora Secretaria del Trabajo, Carlos Rivera Santiago, tras enterarse de la prolongación del caso de Alma Yariela Cruz, víctima de racismo injustamente sometida a un proceso penal a sus 11 años.
En respuesta a la reciente designación del exprocurador de Casos de Menores para ser Secretario del Trabajo, la familia de Alma Yariela Cruz atendió la vista pública para oficializar el nombramiento de Rivera Santiago para denunciar el nombramiento y afirmar oposición en contra de ello.
Las decenas de mensajes de ese chat filtrado prueban que Rivera Santiago nunca detuvo las expresiones de sus subordinados, y peor aún, las apoyaba en varias instancias.
Lo preocupante del asunto es que una niña negra de 11 años fue sometida a un proceso legal humillante que asemeja el de un hombre adulto imputado por cargos de violencia.
Más preocupante es que no se hizo la investigación debida de antemano que revela la defensa propia de la niña ante el racismo que enfrentaba.
¿O quizás era irrelevante el que la niña hubiese sido víctima de racismo institucionalizado para Rivera Santiago y sus subordinados?
En esa medida, los funcionarios públicos abonan al racismo en lugar de contribuir a eliminarlo de sus procesos legales.
El endoso público de la gobernadora Wanda Vázquez Garced al nombramiento de Rivera Santiago es un endoso público al racismo institucionalizado que corroe la sociedad puertorriqueña desde su centro y continúa siendo invisibilizado a diario.
En el día a día, vemos las expresiones racistas cuando se habla sobre la alegada preservación de una raza cuando se habla de traer parejas a la casa y cuando se enalzan las características físicas blancas por encima de las negras.
También, se ve el racismo en la casi ausencia de personas evidentemente negras en la industria del modelaje, apoyada por todas las expresiones racistas que inundaron las redes cuando el año pasado, Zozibini Tunzi, mujer negra de Sudáfrica, ganó la competencia de Miss Universe y dejó en segundo lugar a Madison Anderson, la candidata puertorriqueña que representaba una imagen muy blanqueada del puertorriqueño al ser de la diáspora y con poco dominio del español.
Por otro lado, en las aulas de clase de la Universidad de Puerto Rico hay una gran ausencia de profesores negros. Por lo que a los temas de racismo desde y en la academia no se les da la pertinencia que ameritan y hasta se invisibilizan, según la profesora y escritora afrocaribeña Mayra Santos Febres.
El racismo se manifiesta en su forma más severa cuando las expresiones abiertamente racistas se convierten en acosos que incluyen muñecas negras colgando de balcones, dibujos peyorativos alegando que las personas negras apestan, e insultos subsiguientes, tal como le sucedió a la familia de Chanely Cortés en Canóvanas. Una familia que aún es objeto de acoso a causa de un sistema de justicia que no atiende los asuntos de raza con puntualidad, pero sí se presta para hacer redadas de drogas en comunidades predominantemente negras y pobres.
Hasta lo vemos cuando bebemos el café cuya mascota de marca es una representación racista de una mujer negra esclavizada domésticamente: Mamá Inés de la marca Yaucono. Las expresiones racistas y las imágenes racistas se han normalizado al punto que la palabra que comienza con la letra ‘’n’’ se considera jerga trivial entre los jóvenes no negros en lugar de ser una palabra cargada de racismo y odio hacia la gente negra.
Incluso, profesionales en la industria de los medios de comunicación como Yulianna Vargas, presentadora de Lo Sé Todo, trivializan las luchas históricas de las personas negras cuando abiertamente utilizan la palabra N en una cobertura televisiva. Aunque haya sido en referencia a un evento noticioso, denota una falta de investigación y sensibilidad racial que aporta a la cultura racista.
Aún a la hora de buscar empleo, las personas afrocaribeñas tienen que someterse a comentarios sobre la textura de su cabello, limitando la expresión de su negritud en favor de un imagen blanqueado de las personas negras. Dicho fenómeno provocó un movimiento social en las redes bajo el lema #ElPeloRizoEsProfesional.
Todas las expresiones racistas en Puerto Rico se remontan a una historia que cargó el colonialismo, la esclavitud, el sistema de castas, el censo racista sobre sus espaldas legitimando el racismo como práctica social desde hace siglos atrás.
Pero en Puerto Rico, alegan algunos, no existe el racismo.
ZNCV