Por: Víctor M. Rodríguez Bultrón
Foto: uprrp.edu
“Las condiciones son deplorables”.
Con esta frase, el director de la División de Diseño y Construcción de la Universidad de Puerto Rico (UPR), el arquitecto Alejandro Argüelles Rodríguez, resumió el estado actual de la infraestructura interna del sótano del Centro de Estudiantes del Recinto de Río Piedras.
“El sótano está perdido. Por donde discurre toda la infraestructura de esos negocios, toda la tubería está podrida; aquello es una asquerosidad”, aseveró el funcionario, refiriéndose a la cocina compartida que utilizan los negocios.
Por su parte, el director de la Oficina de Desarrollo Físico e Infraestructura de la UPR, el arquitecto Fernando Pla Gómez, agregó que en la estructura interna “hay asbestos, hay plomo, la planta de grasa no funciona. Hay agua pasando por encima de líneas eléctricas, hay sanitarias pasando por encima de líneas eléctricas. Eso es un desastre que nadie jamás atendió”.
Asimismo, se denunció la presencia de una tubería sanitaria de tres pulgadas de ancho que pasa precisamente por encima de la subestación eléctrica que da energía al Centro. Se subrayó que la tubería tiene un registro que —según los arquitectos— de abrirse, “todo cae sobre la subestación y aquello vuela”.
Ante la pregunta de si el Centro era una “bomba de tiempo”, ambos funcionarios respondieron que “sí”.
Las declaraciones surgieron mientras Pulso Estudiantil investigaba acerca del proceso de contratación para los concesionarios de alimentos que se establecerán en el Centro.
El nuevo contrato, con la compañía NuGen Inc. y al que este medio obtuvo acceso, establece que, antes de abrir a plenitud los concesionarios y con un límite de 120 días de firmado el acuerdo, el espacio debe estar reacondicionado.
Pobre gestión en el contrato anterior de los concesionarios
El estado del sótano del centro estudiantil emana de una pobre gestión en el contrato que se estableció con la compañía de alimentos Caribbean Restaurants, quienes mantenían los concesionarios del Centro hasta el pasado 30 de junio. Este acuerdo, según los funcionarios, protegía muy poco al recinto riopedrense.
“El contrato que había con Caribbean Restaurants es uno de los contratos más sencillos que he leído en toda mi vida y que menos protege a la Universidad”, afirmó Argüelles Rodríguez.
Ambos arquitectos concordaron en puntualizar que el documento se limitaba a establecer las cifras de arrendamiento que pagaría la compañía.
“[El contrato establecía que] van a pagar un canon de arrendamiento, que sonaba jugoso en un momento dado, hasta que te das cuenta de que no se les estaba cobrando el agua, no se les estaba cobrando luz, no tenían que hacerle mejoras ni reparar nada. Ellos simplemente, cuando se les acabara su contrato, podían irse y dejar aquello como estaba”, sostuvo Pla Gómez.