[Nota de la editora: esta es la primera parte de un reportaje especial sobre dos historias de integrantes de la comunidad Sorda en Puerto Rico]
Lo cotidiano puede ser abrumante para gran parte de la población puertorriqueña. Sin embargo, la comunidad Sorda es uno de los sectores de la ciudadanía comúnmente excluidos ante la falta de acomodos que les permita realizar efectivamente actividades esenciales como estudiar y trabajar.
Ante las adversidades que enfrentan, hay personas sordas que logran establecerse en espacios pese a que estos no ofrecen servicios accesibles para esta población.
Tal es el caso de Claudia Isabel Rivera Sánchez, estudiante de Oboe en el Conservatorio de Música de Puerto Rico. Su meta es convertirse en educadora de música, y considera que ser sorda no es una limitación para ella. Por el contrario, se identifica orgullosamente como sorda.
Sus principios
Rivera Sánchez tuvo interés por la música desde pequeña, y, después de explorar muchas actividades extracurriculares, encontró su pasión en un campamento de la Escuela Preparatoria del Conservatorio de Música.
Tras demostrar talento desde su comienzo en el campamento, se le permitió continuar estudios en la escuela preparatoria a pesar de no contar con los recursos para costear las clases. Ser sorda no fue una limitación para que ella desarrollara su talento, pero su admisión a la escuela fue posible gracias a la falta de prejuicio por parte de la decana.
«Habló con mi mamá, y le había dicho que me matriculara en oboe para que yo me desarrollara, ya que ella veía en mí el talento por la música. La decana, entonces, dijo que lo iba a dejar gratis, sin pagar, por coger la clase de oboe. Cogí la clase con Rafael “el Indio” Hernández desde que estaba en 5to hasta 4to año», narró la estudiante.
La carrera académica de la alumna del Conservatorio de Música de Puerto Rico marca un precedente, y rompe un estereotipo para otros estudiantes sordos en Puerto Rico que deseen estudiar música. No obstante, los retos siguen presentes, y se deben en gran medida a la falta de accesibilidad a servicios básicos para la comunidad Sorda.
Escolaridad y presencia en la academia
La presencia de las personas no oyentes en espacios académicos es limitada, pese a que representen una parte significativa de la población.
Esta comunidad forma un 14.6 por ciento de la población, según un reporte del Instituto de Estadísticas de Puerto Rico de 2019. El mismo documento indica que, para el 2017, un 15.7 por ciento de las personas sordas adultas en Puerto Rico no se habían graduado de la escuela superior.
Entre los problemas que enfrentan las personas sordas en las universidades puertorriqueñas, se destacan la necesidad de intérpretes y acomodo razonable, junto a un adiestramiento que sensibilice a los profesores con las necesidades de los estudiantes.
Sin embargo, el problema de acceso a la academia empieza desde la educación elemental, dado que, si los estudiantes de la comunidad Sorda carecen del diploma y de las destrezas necesarias para el aprovechamiento académico, no pueden acceder a las universidades exitosamente.
«Se debe principalmente a la barrera de comunicación. La filosofía del Departamento de Educación promueve el método oral, y no hay, hasta la fecha, un currículo especializado diseñado para atender las necesidades de los niños sordos. Por ende, imponer una educación oral en un niño sordo representa una opresión al derecho de un lenguaje, en este caso, el lenguaje de señas», explicó la profesora de lenguaje de señas Yarett Piñeiro Rodríguez.
Uno de los reclamos de los defensores de la comunidad Sorda es la falta de cumplimiento con sus derechos que provoca inequidad social.
Los derechos son garantías sociales implementadas a través de leyes para atender las necesidades de la sociedad. Son aprobadas por el Estado, e incluye sanciones para los individuos o sectores sociales que violenten dichas normas.
A las personas de la población sorda se les violentan sus derechos humanos de acceso a la información y no discriminación cuando se incumplen las leyes que protegen a esta población. Por lo tanto, es necesario canalizar vias de comunicación accesibles para no discriminar contra este sector.
Uno de los factores que ha intensificado la barrera comunicativa es que, en Puerto Rico, no hay suficientes intérpretes para la población de personas sordas. En el 2017, después del Huracán María, un 75 por ciento de los intérpretes se fue de la Isla, según el presidente de la Federación Nacional Puertorriqueña de Sordos, Edgardo Figueroa.
Rivera Sánchez logró cursar la escuela elemental, intermedia y superior sin intérpretes porque recibió terapia del habla desde una edad temprana. Con este método, aprendió a comunicarse con sus cuerdas vocales y leyendo labios.
Sin embargo, dicha práctica no reconoce a la cultura de las personas sordas, y las obliga a adaptarse a la falta de accesibilidad, en lugar de que se les provean los recursos que necesitan para participar de la sociedad. Además, violenta el derecho de acceso a la información, y dificulta la toma de decisiones informadas de esta población.
“Mi mamá y mi papá tenían el pensamiento de que el mundo es oyente. Aunque quisiéramos que fuese al revés, en ese momento mi mamá dijo: ‘Claudia tiene que aprender a hablar para [que] así ella pueda interactuar fácilmente con las demás personas que son oyentes’”, recordó la oboísta.
Una trayectoria con tropiezos
La estudiante del Conservatorio de Música de Puerto Rico detalló que obtener acomodo razonable fue un reto, y afectó su desempeño, aunque no la amedrentó. Comentó que no siempre era posible escribir ante la rapidez con la que hablaban algunos maestros.
«¿Que si yo hubiese sacado mejores notas si me [daban] los acomodos? Sí, definitivamente. Pero no me afectaron porque siempre me defendía, y hacia todo lo que me pedían», aseguró Rivera Sánchez.
Luego, al entrar al año preparatorio previo a entrar al conservatorio de música, tuvo que tomar un curso de Solfeo y Teoría en el que uno de los requisitos del examen final contenía una sección auditiva.
A pesar de haber pasado las otras cuatro partes que precedían a la sección auditiva, fracasó en el examen final, y tuvo que repetir el curso para iniciar sus estudios en oboe.
Además, en una ocasión, una docente de la institución mostró prejuicio contra Rivera Sánchez, y toda su clase se mostró emocionalmente afectada por las actitudes hacia su persona, según la oboísta.
«En mi primer año de universidad, tuve una profesora que me decía que no podía enseñarme porque yo no escucho, que empezara a buscar otro instrumento y que estudiara otra cosa porque no iba a sobrevivir con eso», compartió la estudiante.
A pesar de esas experiencias, comentó que, ahora, muchos de sus compañeros y profesores la respetan y les proveen los acomodos adecuados, aunque tiene que recordarlo constantemente en sus cursos.
Por otra parte, Rivera Sánchez indicó que le frustra depender de otras personas para hacer cosas básicas en el diario vivir. No obstante, ha sentido empoderamiento al compartir con otras personas de la comunidad Sorda.
Para muchas personas sordas, la forma preferida de comunicación es a través del lenguaje de señas. La estudiante de oboe afirmó que es una forma de validación hacia su identidad. Incluso, tras participar en un intercambio cultural de sordos en Chile, Rivera Sánchez reafirmó su identidad al conectar con la comunidad Sorda a un nivel más profundo.