La ausencia de fondos interviene los procesos de reestructuración de los espacios
Por: Christian Carmona
Candados con moho, telarañas en las paredes y papeles blancos que tienen escrito la palabra cerrada interrumpen, desde el paso del huracán María en el 2017, la entrada a la Biblioteca de Música, el Laboratorio de Música Electrónica y al Centro de Tecnologías Aplicadas del Departamento de Música de la Universidad de Puerto Rico (UPR) Recinto de Río Piedras.
Fundado en el 1965, el departamento tiene una escalera esquinal en el lobby, rodeada de losetas cuadradas de color amarillo y negro, que permite el acceso al segundo piso, donde están localizadas las salas clausuradas de la Biblioteca de Música, el Laboratorio de Música Electrónica y el Centro de Tecnologías Aplicadas.
Las salas operaron hasta el 2018 y les ofrecían a los estudiantes y profesores fuentes cibernéticas de información, colecciones de libros de teoría musical e instrumentos de tecnología acústica.
El estudiantado y profesorado del departamento expresa, ante la administración universitaria, la necesidad de tener estas tres salas abiertas y los beneficios que les traería a la comunidad. Pero, según el director del Departamento de Música de la UPR en Río Piedras, Irvin Santiago Díaz, la inactividad en la reconstrucción se debe a la falta de fondos.
“Entiendo que hay espacio de crecimiento y, si la universidad lo permite e identifica los fondos, que son el factor limitante para arreglar el edificio, el techo e invertir en un estudio de grabación, fuera espectacular para que los estudiantes de música tuvieran ese acercamiento a lo que es la producción musical y los tesoros que hay dentro de la biblioteca”, detalla el director.
Santiago Díaz también indica que durante cada inicio de año académico se comunica con el Decanato de la Facultad de Humanidades del recinto para discutir la situación de las salas, pero los acuerdos que establecen brigadas de mantenimiento no tienen seguimiento por la falta de personal como resultado de la carencia de recursos económicos.
Este medio entrevistó a la decana de la Facultad de Humanidades, la doctora Agnes Bosch Irizarry, para recibir una respuesta sobre lo expresado por las fuentes. La directora concordó con los comentarios, pero añadió que la decadencia de estos espacios se debe a la ausencia de un cuidado preventivo.
“Son acciones que se toman para evitar que, el deterioro natural del edificio, llegue al punto de que sea irreversible”, explica la decana para definir el tipo de cuidado. “No hay [dinero] para comprar los materiales, o atender la situación, ni recursos humanos que trabajen en estos espacios con las vicisitudes que se enfrentan”, añade.
Bosch Irizarry aclara que, aunque no se tienen proyectos de reestructuración para los espacios cerrados, hay iniciativas pautadas para salvaguardar el material educativo, específicamente el de la biblioteca.
“El proceso en dos fases. La primera se encargó de rescatar los recursos en peligro inminente, y nos hemos quedado en esa segunda parte en la que decidiremos qué hacer con el material que queda en la sala de la biblioteca”, explica la decana. “Estamos conscientes de que aún quedan cosas por atender, y tenemos el deseo de trabajar con el material en el espacio, pero esos recursos requieren de procesos que, actualmente, son inaccesibles”, añade.
Manejo de hongo, ruptura de los techos y otras partículas
El director de la Oficina de Protección Ambiental y Seguridad Ocupacional (Opaso), Jorge Ramos Feliciano, explica que, además de que la Biblioteca de Música permanece cerrada por la falta de fondos y el desprendimiento del techo, la presencia de hongo en la sala la mantiene inoperante, inaccesible y resulta ser peligrosa para la salud respiratoria de los estudiantes.
“Reparar esto [la biblioteca] conlleva un proyecto mayor y por eso está cerrada, porque la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias no ha otorgado los fondos. Sí, ya en el recinto se comenzaron a trabajar varios proyectos, pero no en el área de música”, detalla el director de Opaso.
Ramos Feliciano opina que, aunque revitalizar la biblioteca puede ser difícil, lo mejor que se puede hacer para reabrir la sala es limpiar y asperjar el espacio regularmente.
“La universidad subcontrata periódicamente a compañías para que hagan este tipo de trabajo. Incluso, en la última subasta se incluyó la Biblioteca de Música como una de las áreas que necesitan limpieza”, asegura el director de Opaso.
El debate sobre si hay o no asbesto en las salas es una preocupación que inquieta a los estudiantes. Aunque el Departamento de Música tiene asbesto, localizado en objetos con material de vinilo, el índice de presencia de esta partícula cancerígena no es perjudicial para la salud de la comunidad y tampoco está presente en las tres salas cerradas, aclara el director de Opaso.
Ramos Feliciano también comenta que no sabe el porqué del cierre del Laboratorio de Música Electrónica, que les ofrecía a los estudiantes programas profesionales de edición de audio, y el Centro de Tecnologías Aplicadas, donde el alumnado tenía acceso a softwares de música como Finale, Práctica Musical y Garageband, pero asegura que, al igual que la Biblioteca de Música, no cuentan con los fondos para a revitalizar estas dos salas.
Perspectiva estudiantil y profesoral
El presidente de la Asociación de Estudiantes de Música (Aemus), Julián Vives Vallejo, alumno de sexto año, expresa que el cierre de estas tres salas ha obstaculizado el acceso del estudiantado a información relacionada con la educación musical.
“Los estudiantes del Departamento de Música han tenido que recurrir a otros espacios que son accesibles, pero no toda la información y educación, como la que se obtenía en la biblioteca y en el Laboratorio de Música Electrónica, está disponible para el alumno”, sostiene Vives Vallejo.
El estudiante, quien también forma parte del Coro y la Coralia de la UPR de Río Piedras, desde el 2018, aclara que la misión principal de la asociación estudiantil, para atender la clausura de estas tres salas, y otros problemas presentes, es llamar la atención de la administración universitaria.
“Nosotros también somos estudiantes universitarios y la música no es un hobby. Estamos estudiando para ser profesionales y ofrecer nuestro arte”, exclama Vives Vallejo mientras que, al mirar hacia un espejo roto a la mitad, prepara el piano para comenzar su práctica diaria.
En el segundo nivel del edificio, donde se encuentran las salas cerradas, se escuchan los estudiantes practicar antes de clase, el cantar de las palomas y las voces de profesores que llegaron a utilizar estos tres centros de información y práctica en sus inicios como estudiantes y educadores.
“Al inicio, como estudiante, utilicé [la biblioteca] muchísimo. Como profesor, era el centro de recursos primario. Partituras, libros, cubículos para escuchar música, la biblioteca era sumamente útil y estaba en el edificio”, explica el doctor Carlos Cabrer Montalvo, quien ha enseñado en el recinto desde 1981.
Cabrer Montalvo utiliza el internet para conseguir y distribuir el material que asigna a sus estudiantes con el propósito de prevenir que los alumnos, por no tener una biblioteca accesible, gasten dinero en manuales y libros costosos.
Los entrevistados coinciden con las necesidades del departamento, pero no hay planificación que encamine la reconstrucción de las tres salas. Aunque existen iniciativas para la conservación de los recursos instruccionales, la ausencia de fondos dificulta los procesos de mantenimiento. Por lo que esos candados mohosos, papeles escritos y esas telarañas en las paredes seguirán interrumpiendo el acceso a la Biblioteca de Música, el Laboratorio de Música Electrónica y al Centro de Tecnologías Aplicadas del Departamento de Música de la UPR de Río Piedras.