Por: Jean Michael Cruz Marzán
En el presente, nos toca enfrentar la aprobación del Plan de Ajuste de la Deuda, plan que, aunque según la Junta impulsa la transformación y el bienestar para Puerto Rico, a duras penas nos asegura a nosotres, la juventud puertorriqueña, la posibilidad de un futuro permaneciendo en nuestra tierra.
Los puntos a seguir dentro de la agenda que propone el Plan de Ajuste de la Deuda existen, no para salvaguardar y asegurar el futuro de quienes vivimos en este archipiélago, sino para adelantar el pago de una deuda. Aunque sí, debo admitir que pareciera atractiva la idea de vivir en un Puerto Rico libre de deuda, con mayores oportunidades de crecimiento económico y social, me pregunto hasta dónde es viable lograr esto mediante el Plan de Ajuste; y es que en efecto, no lo es. Una estrategia como esta, donde los intereses económicos van por encima de todo un pueblo y le condenan mediante la austeridad e incertidumbre, no será viable.
Con la implementación del Plan de Ajuste de la Deuda, les jóvenes en Puerto Rico no podemos hablar de un acceso amplio a servicios relacionados a nuestra educación, nuestra salud o nuestra seguridad. Sin embargo, podemos hablar sobre cómo nuestro futuro en estos próximos en las próximas décadas se resume en medidas de austeridad para garantizar el pago de la deuda. Por los próximos 25 años estaremos pagando una deuda de reestructuración, por los próximos 30 años pagaremos una deuda de instrumentos de valoración contingente y por los próximos 40 años pagaremos una deuda por el porcentaje de los impuestos de ventas y uso bajo el plan de ajuste de COFINA. Esto sin cuestionar si el Gobierno de Puerto Rico es capaz de cumplir y dar a basto con las exigencias del Plan de Ajuste. Mientras tanto, el archipiélago y las nuevas generaciones viviremos bajo el mismo letargo.
Según Daniel Santamaría, analista de política pública en la organización Espacios Abiertos, las proyecciones realizadas por la Justa de Supervisión Fiscal reflejan cómo para el año 2036 Puerto Rico se encontraría bajo un déficit primario; los ingresos del Gobierno no son capaces ni suficientes para sufragar sus gastos. Ahí entonces, milagrosamente, explicamos el encarecimiento en servicios básicos como el agua, el aumento de hasta un 400% en las próximas décadas para los peajes, e incluso un alza en el impuesto de propiedad. Por otro lado, no debemos considerar solo ajustar nuestro bolsillo , sino debemos considerar también todo lo que seguimos perdiendo en el proceso. La reestructuración gubernamental que esto representa para el archipiélago promueve medidas laborales que afectan a les trabajadores, como el despido sin justa causa, política pública energética que precariza aún más a les ciudadanes, una reducción en asignación de fondos a municipios, la continuidad a los recortes presupuestarios a la Universidad de Puerto Rico, entre otras medidas de austeridad que no tan solo hieren al pueblo, sino que nos masacran, a nosotres, la juventud.
Si algo resulta imprescindible, a mi parecer, para viabilizar el futuro de la juventud puertorriqueña, es garantizar los servicios esenciales. Son estos servicios los que a largo plazo serán capaces de ofrecernos una vida justa, digna y plena. No obstante, el panorama que Puerto Rico nos ofrece en cuanto a la seguridad de estos servicios esenciales no es muy favorable, considerándose el hecho de que ni siquiera está claro cuáles son estos servicios esenciales para el Gobierno y la Junta de Supervisión Fiscal. ¿Cómo defender entonces estos servicios cuando se cuestiona la esencialidad de mi salud, de mi educación, y de mis derechos como trabajador? La clase política actual no trabaja ni vela en pro de los derechos humanos básicos del país. Es por esto que somos les jóvenes quienes debemos tomar la batuta en estos procesos.
No podemos tenerle miedo a hablar sobre estos temas. Somos nosotres y las próximas generaciones quienes debemos familiarizarnos con la situación, y con la importancia de, finalmente, exigir la cancelación de una deuda impagable e ilegal. Mientras tanto, también quedan en nosotres los esfuerzos para desarrollar e impulsar las exigencias de una auditoría de la deuda, con el fin de recortar y organizar pagos accesibles y justos. En mi opinión, la auditoría de la deuda resulta vital para evitar la decadencia del país.
Mediante una auditoría formal de la deuda, tanto las autoridades pertinentes como el pueblo de Puerto Rico accederían a la razón clara y concisa de nuestro panorama económico actual. Por tanto, el eslabón principal para lograr que estos procesos sucedan se encuentra en la preocupación ciudadana; factor que determinará la acción de alerta para comenzar a ganar pertinencia en el manejo de nuestros fondos públicos. Ya sea bajo la representación en masa como clase trabajadora; comunidades afectadas por recortes al presupuesto de nuestros servicios esenciales; o simplemente como puertoriqueñes cansades del abuso de poder político, es necesario actuar con consciencia colectiva. Autogestionarnos, educarnos, y participar activamente en el monitoreo de la infraestructura política actual, apropiarnos de los asuntos referentes a la contratación pública, y hablar muchísimo más sobre la auditoría social. Plataformas como CoST, las cuales trabajan y organizan los esfuerzos precisamente para mantener una administración transparente en nuestras esferas gubernamentales, se colocan como vitales dentro de nuestra situación. De esta manera, informades y colectivamente, mantendremos una postura firme y contundente para demandar respuestas a favor de nuestras necesidades; y sobretodo, auditar.
Hacen falta líderes capaces, y dispuestos a trabajar para servir, y no para servirse. Herramientas como la transparencia gubernamental y el acceso a datos públicos son esenciales y son los que debemos defender para adelantar la seguridad de un porvenir diferente y justo para la juventud. Organizaciones como el Frente Ciudadano por la Auditoría de la Deuda, Sembrando Sentido, Espacios Abiertos, entre otras, han invertido muchísimo en esfuerzos para educar y concientizar a les puertorriqueñes de estos procesos. Por esta razón, insisto, somos les jóvenes quienes debemos tomar las riendas en la lucha y defensa de nuestro país. Si no es para nosotres, ¿Puerto Rico pa’ quién?