La levantadora de pesas relató cómo manejó estudiar Derecho, trabajar a tiempo completo, entrenar, y capitanear un equipo en temporada de competencia
Por: Anaís Morales Díaz
Era el día de la competencia. El público se dividía entre colores: rojo, amarillo, verde y azul. Pero cuando Addys Lee Gómez Peña, de la Universidad de Puerto Rico (UPR) en Río Piedras pisó ese tablero de competencia, la manada roja alzó su cantío de apoyo. Levantó la barra de hierro con dos platos a cada extremo que sumaban 75 kilogramos, o 165 libras; la sostuvo sobre su cabeza y cuando el juez le indicó, la dejó caer. Con la alzada de esa pesa se proclamó campeona de su categoría.
“¡Addys, Addys, Addys!”, cantaba su equipo, y Gómez Peña no pudo aguantar las lágrimas de felicidad. “¡Yo hice eso!, una chamaquita que no podía ni con la barra sola, hizo eso”, expresó la atleta en entrevista.
Addys Lee Gómez Peña es una joven de 24 años, exmiembra del equipo de halterofilia de la UPR en Río Piedras, campeona de la Liga Atlética Interuniversitaria (LAI) y actualmente cursa su segundo año en la Escuela de Derecho de la UPR.
Previo a ingresar a la universidad, Gómez Peña fue víctima de bullying en su escuela, y este acoso le produjo ataques de ansiedad. Por eso, vio ser admitida a la UPR como una oportunidad para “reinventarse”. Entró al bachillerato bajo el Programa de Servicios de Apoyo al Estudiante (PSAE), un proyecto federal que brinda servicios de tutorías, mentoría, orientación y consejería a estudiantes, especialmente a aquellos de bajos ingresos.
En PSAE conoció a un integrante del equipo de levantamiento de pesas y él la invitó al gimnasio. “Crucé el pasto a un gimnasio lleno de moho llamado ‘La Gallera’”, explicó la entonces estudiante de la facultad de Administración de Empresas. Empezó a entrenar allí con un palo de escoba, porque “no podía ni con la barra sola”, que pesaba 35 libras. “Yo seguí entrenando, y esto fue antes que el crossfit estuviese de moda”, añadió jocosamente.
Describió el ambiente de La Gallera como “tóxico, no querían a nadie nuevo”. En sus primeras semanas de entrenamiento, aprendió lo básico del deporte, pero sus compañeros del equipo criticaban su ejecutoria. Especialmente hubo una atleta, la mejor del gimnasio y de su categoría e integrante del equipo nacional, que le expresó verbalmente “tú no levantas ni una pluma”, pero en lugar de ofenderse, Gómez Peña lo vio como un desafío.
Durante esos primeros meses aprendiendo a levantar pesas hubo un cambio de entrenador. Desde el 2017, el exatleta nacional Rubén Olmedo Álvarez preside el equipo. El apoderado entró al gimnasio con una visión distinta. “Para Rubén todo el mundo tiene la capacidad de levantar”, amplió la atleta.
Olmedo Álvarez establece todos los años las marcas personales que los atletas de su gimnasio deben alcanzar para permanecer en el equipo. Ese año, Gómez Peña no logró los números. Ansiosa, pensó que la expulsarían del equipo, pero al comenzar la nueva preparación para la temporada LAI, el entrenador envió la lista de atletas y el nombre de Gómez Peña aparecía. Saltó de la emoción, y cambió su mentalidad, porque no fue hasta ese momento que se consideró atleta.
Seis minutos de gloria
En la halterofilia se juzgan dos alzadas: el arranque y el envión. En cada alzada tienen tres intentos, y en cada intento tienen un minuto para ejecutar, lo que significa que en total son seis minutos entre todas las alzadas.
En el 2018, la entonces estudiante de Administración de Empresas participó en su primera LAI. Su entrenador solo le pidió que “no te vayas en blanco”, lo que en pesas significa fallar todas las alzadas. Apenas logró estar en peso corporal para entrar a la categoría de 69 kilogramos, y llegó novena de 13 atletas, otorgándole 51 puntos al equipo riopedrense para la copa LAI. Luego de tantos meses de preparación, describió la experiencia de su primera competencia como sus “seis minutos de gloria”.
Aunque llegó novena expresó que: “competir para la IUPI es otra cosa. Llevar los colores rojo y blanco, ponerse el uniforme, recibir el apoyo de tu equipo, es un éxtasis diferente, y más cuando vienes de una universidad con muy pocos recursos, pero demasiadas ganas”.
En su segunda LAI, en 2019, tuvo que abruptamente subir una categoría de peso corporal. Bebiendo galones de agua aumentó 4 kilogramos, lo que se traduce a cerca de 9 libras, en dos horas. Logró alcanzar el peso “por un suspiro”. Compitió en la categoría de 75 kilogramos y obtuvo la medalla del tercer lugar en arranque. La colgó en el retrovisor de su carro, y hasta hoy permanece allí.
Esa medalla le sirvió de motivación para seguir avanzando en el deporte, pero lamentablemente se enfrentó a una inevitable pausa a principios de 2020: la pandemia. Con el freno global del COVID-19, Gómez Peña se frustró grandemente porque no quería perder su progreso. El entonces capitán del equipo, sin autorización del recinto, se llevó las pesas del gimnasio de la UPR y las repartió entre los atletas para que pudieran entrenar en sus hogares.
Por meses, entrenó en la marquesina de su casa hasta que su madre le dijo que debía buscar otro lugar porque le estaba rompiendo las losetas. Gómez Peña tocó las puertas de varios gimnasios, muchos de expesistas de la universidad, pero le negaron el espacio. Hasta que por fin encontró uno accesible para su presupuesto y se mantuvo entrenando persistentemente.
“Tuve que aprender a corregirme yo misma y mejoré exponencialmente entrenando sola”, enfatizó. Le fue tan bien entrenando por su cuenta, que cuando flexibilizaron las medidas de la pandemia y pudieron volver a entrenar en La Gallera, no quería regresar. Inevitablemente volvió al gimnasio de la universidad, y para su sorpresa, en su primera semana logró una nueva marca personal.
La primera LAI posterior a la pandemia, Gómez Peña se proclamó campeona de la categoría 75 kilogramos, y previo a ganar sus preseas de oro, Olmedo Álvarez la declaró la próxima capitana del equipo. De hecho, en esa LAI de 2019, el equipo de levantamiento de pesas de la UPR en Río Piedras obtuvo el doble campeonato, tanto en masculino como en femenino, suceso que no ocurría desde el 2013.
No obstante, su capitanía estaba sujeta a su admisión a la Escuela de Derecho de la UPR, porque aún le quedaba un año LAI que se le concedió adicional por la pandemia.
El día que recibió su carta de admisión coincidió con la actividad de “Letra Insignia” que coordina la UPR para conmemorar el esfuerzo de los atletas del recinto. Gómez Peña fue aceptada a la Escuela de Derecho de la UPR, y a su vez se confirmó su capitanía en el equipo. Conmocionada, recordó llorando que “siempre he querido ser abogada” porque “quiero defender a aquellos que no sienten que tienen una voz, porque yo por mucho tiempo no la tuve”.
Era estudiante primeriza de Derecho, trabajaba a tiempo completo, además de ser atleta y capitana del equipo. Describió el gimnasio como su santuario, “irónicamente, tirándome cosas encima era como yo me calmaba”, expresó la joven.
Romantizó hacerlo todo. Sus días empezaban a las 5:00 a.m. y culminaban a la medianoche. Despertaba y entrenaba la mitad de la práctica, luego trabajaba de 7:30 a.m. a 4:00 p.m., llegaba al gimnasio a entrenar la mitad restante, se iba a sus clases de 6:00 p.m. a 10:00 p.m., y luego estudiaba hasta la madrugada. Finalmente, se dormía para hacerlo nuevamente al otro día.
Su motor era el miedo de perder la capitanía, algo a lo que aspiró por muchísimo tiempo. En ese momento, era la única atleta de la universidad en Derecho, y desafortunadamente, sus profesores no cooperaban lo suficiente con ella porque “no entendían”. La carga era grande, y temía llegar a la competencia y no enorgullecer a su entrenador, su universidad, ni cumplir con ella misma.
Llegó el día, y logró hacer sus números en el tablero de competencia, pero, en su última alzada falló 90 kilogramos de envión. Rompió en llanto. “No porque fallé, sino porque se acabó”, justificó sus lágrimas. Al escuchar los gritos de apoyo de su equipo, se recompuso. Asimismo, inclinó su cabeza en agradecimiento a los jueces, y a su tiempo de atleta universitaria. “Todos esos días, valieron la pena. No lo recomiendo, pero no me arrepiento en lo absoluto”, afirmó.
Tras su retiro como pesista de la universidad, aspira a formar parte de la Federación de Levantamiento de Pesas de Puerto Rico como jueza del deporte, y se asemeja con su carrera en Derecho. Posterior a recibir su Juris Doctor y revalidar, desea convertirse en magistrada en el área de la abogacía también.