Como una competencia de pista y campo, el batón de la presidencia interina de la Universidad de Puerto Rico (UPR) pasó con extrema rapidez de un candidato a otro, dándole la delantera a la corrupción y al atropello.
La situación en torno a la presidencia de la UPR resulta motivo suficiente para levantar cuestionamientos, preocupaciones y sentimientos de molestia entre los estudiantes. Recordemos que la presidencia de Jorge Haddock Acevedo dejó todo un legado de ineficiencias, recortes y un sistema precario que debilitó aún más la ya delicada situación de nuestra Universidad.
Quienes perdemos en esta carrera somos los estudiantes. De las decisiones que toma la Junta de Gobierno de la UPR a puerta cerrada, nosotros recibimos las consecuencias, buenas o malas.
En tan solo una semana, nombraron a tres presidentes interinos de la Universidad. Pese a que la Junta de Gobierno aceptó que existían señalamientos negativos en su contra, nombraron a César Cordero Montalvo, exrector de la UPR en Utuado, como el presidente interino que tomaría las responsabilidades que Haddock Acevedo dejó sin cumplir.
Justo con su nombramiento, El Nuevo Día destacó que fue “una votación atropellada y cuyo resultado fue cuestionado por uno de los integrantes del cuerpo rector”. Se le nombró presidente interino aún con señalamientos por presuntas irregularidades mientras era rector en Utuado, cosa que no fue discutida a profundidad.
Días después, la Junta nombró a Jorge Valentín Asencio “con el fin de lograr el consenso y superar las controversias”. Superar controversias, como si de eso se tratara todo.
Y no solo eso, sino que Valentín Ascencio se escogió como presidente interino, si existe tal término, pues su periodo en el puesto sería por dos semanas en lo que la Junta elegía un candidato interino oficial. Es decir, fue “el resuelve”.
Finalmente, Mayra Olavarría Cruz quedó como presidenta interina de la Universidad. Permanecerá en el puesto hasta que la Junta decida por un candidato apto, capacitado y dispuesto a mejorar la situación de la institución. Eso infiriendo que, entre los candidatos, hay alguien que cumpla con esas expectativas.
Es inevitable pensar que si así fue el proceso para escoger una persona interina, cabe preguntarse cómo será el proceso para escoger a quien ocupará el cargo de presidente de la UPR. La presión es mucha, pero el compromiso es poco.
Para la Junta, esto se trata de una tarea más entre sus labores. Para los estudiantes, esto se trata de nuestro futuro. Partiendo de esta premisa, si ocurriera una colaboración entre quienes son pagados por esto, y a quienes les afecta lo que pase, los resultados serían más contundentes y eficientes.
Pero no. Nos hacen víctimas de sus decisiones, no partícipes de ellas. Y hasta que no entiendan que debería ser al revés, seremos espectadores en primera fila de una carrera extensa en la que la única meta es destruir al primer centro docente de Puerto Rico.
No basta con sentarnos a esperar a que los medios publiquen los resultados, ni con comentar por las redes sociales lo que pensamos al respecto. A los estudiantes nos toca, por primera vez, coger el batón y llegar a la meta. Nos toca ganar por nuestra Universidad y por nuestro país.