Nota aclaratoria: Esta opinión representa solamente el punto de vista del autor
Por: Hiyen G. Rosario Ramos
Foto: Kuyaguaribo Y. López
En la asamblea no perdió la propuesta de huelga; en la asamblea no perdió el movimiento estudiantil; en la asamblea perdimos todxs. A pesar del hecho de que abarrotamos el teatro y los anfiteatros, no llegamos a nada. El debate central de las circunstancias que estamos atravesando se ha remitido al debate de la huelga, en un sentido absolutista de “sí”o “no”. Lo verdaderamente importante, de lo que está aconteciendo, es que hay más de tres mil estudiantes que han llegado a la conclusión de que es inaceptable lo que está ocurriendo con la universidad, y que hay que hacer algo para revertirlo.
Esto implica que hay un reclamo por parte del estudiantado, que, aunque no se exprese explícitamente, está bien claro. El estudiantado, como sector social, no consciente las medidas implementadas (y en miras a implementarse) por el gobierno y la administración universitaria. Aunque el estudiantado está claro en ese aspecto, fracasó en no determinar algún tipo de vía de acción para materializar y reprochar esa falta de consentimiento.
Ahora bien, esto no debe ser motivo de desmoralización. Es imperativo que en vez de lamentarnos, iniciemos un proceso de reflexión en el cual identifiquemos cuáles fueron las carencias, y las corrijamos. En este sentido hay mil críticas, pero particularmente quiero señalar tres que me parecen importantes para empezar a reflexionar (con esto no pretendo referirme a nadie, solo inducir a la reflexión).
La primera carencia sin lugar a duda la falta de información, particularmente de parte del sector opositor. Durante el turno en contra de Natasha Ramos (en mi opinión el más concreto entre los opositores) la compañera loablemente logró pasar de la crítica a la propuesta, lo cual le aplaudo. El problema estriba en el hecho de que muchas de sus propuestas se han llevado acabo durante el transcurso de los últimos 2-3 años, y no han sido fructíferas porque les ha faltado el complemento de la presión política. Por otra parte, la compañera también manifestó que para ella era más viable que la lucha se diera en verano, donde no se pone en riego el semestre. Este argumento está completamente desacertado. Si lo miramos del punto de vista estratégico, verano es la época donde más difícil es organizar un movimiento estudiantil, pues la amplia gran mayoría de los estudiantes no se encuentran en el Recinto.
En segundo lugar, tengo que señalar que hemos fallado en contextualizar lo que representa una huelga como herramienta de acción. La huelga hay que verla como lo que es, una acción política. ¿Por qué? Porque el hecho de tener al estudiantado de la universidad pública conglomerado, señalando que no consciente la acciones de sus gobernantes, les crea un problema político a los mismos gobernantes. Aquí es donde entra en juego los medios de comunicación. El que se esté reseñando que hay un problema de consentimiento, afecta la imagen y, por ende, los intereses de prevalecer en el poder, no tan solo de los gobernantes, si no del partido al que representan. Esto lleva al gobernante a tener que tomar cartas en el asunto para poder salvaguardar su imagen y, a su vez, abrir paso a una negociación en la cual ambas partes tienen algo que perder. Ahora bien, hay que dejar claro que para que esto sea efectivo, hay que ser cautelosos en cómo se estructura la huelga y a qué se condiciona (entiéndase cómo, cuándo y para qué la hacemos).
Finalmente, el último fallo que tuvimos como estudiantado fue la intransigencia. Ninguno de los bandos estuvo dispuesto a ceder en la negociación que se pretendía dar en la asamblea. Aunque el reflejar firmeza es importante, tenemos que tener claro que ambos bandos necesitan del otro para poder revertir la situación que atravesamos. En este sentido, cabe señalar que si queremos llegar a una acción concreta para que la mayoría consienta que hay que estar dispuestxs a ceder en algunos aspectos y en otros no. Esa es una discusión que hace falta tener en las bases de cada bando. ¿Hasta dónde estamos dispuesto a ceder para alcanzar un objetivo y hasta dónde no? ¿Qué estamos dispuestos a dar a cambio de lo que queremos recibir?
Todavía estamos a tiempo para revertir el fiasco de la asamblea. Fiasco, no porque no se aprobará una huelga, fiasco porque no se llegó a nada. Es momento de que reflexionemos y nos preparemos para la próxima discusión. Les pido que no tomen esta reflexión como un ataque, tómenlo como un punto de partida.