Como celebración de la Semana de la Lengua en el 2018, estudiantes de escuelas públicas en Puerto Rico disertaron en un certamen de oratoria sobre la figura de la mujer puertorriqueña en la obra de la escritora Magali Garcia Ramis. Los alumnos no reseñaron un cuento como el de la Cenicienta, pues García Ramis ha decidido escribir sobre la madre que lo deja todo para luchar por sus ideales políticos, o de la niña que se desprendió del rol de sumisa que le impusieron. Al relatar estas historias desde su verdad como mujer, la autora abrió un espacio para propagar narrativas que desafían las estructuras y los sistemas de opresión.
“Hay muchas historias que podríamos contar”, explica Myrna López Fuentes en la apertura de la exhibición Mujeres con Historias Vivas de la organización feminista Taller Salud.
En alianza con las entidades Resistance Communications, S.O.U.L Sisters y Minnesota Indian Women’s Resource Center, Taller Salud creó el proyecto narrativo, en octubre del 2020, para rescatar y resaltar las vivencias de mujeres marcadas por experiencias de empobrecimiento, violencia de género, violencia sexual y racismo anti negro.
La líder del proyecto, Angellie González, convocó a las participantes del área este del archipiélago para que a través de talleres creativos utilizaran la escritura, la fotografía y el arte del collage para contar a otras mujeres con referencias “dignas, valientes y poderosas”. La fotógrafa Nydia Meléndez Rivas y la artista gráfica Aida Guzmán Estavillo apoyaron a las narradoras en sus procesos creativos.
En medio del sol de las 4:30 p.m., más de 70 personas de la comunidad llegaron el pasado sábado a presenciar el resultado de las narraciones plasmadas en fotografías y collages que posan para el público en las paredes del Centro Cultural de Loíza hasta el 31 de julio.
Luego de la ceremonia de apertura, López Fuentes, una loiceña y guardia de seguridad, se acercó con mucha ilusión a abundar sobre sus dos creaciones. La mujer se unió al proyecto motivada por visibilizar las historias de dos amigas y compañeras de trabajo.
La primera, “Con el miedo al filo”, reseña la violencia de género y violencia sexual que sufrió una joven de 26 años por parte de un hombre con el que mantenía una relación. Con ataques psicológicos, el maltratante la obligó a abandonar la universidad e insistía en que debía dejar de trabajar porque, según él, era el rol del hombre.
“Yo viví con ella esa situación porque ella estaba trabajando conmigo […] Todos los días yo llegaba al trabajo llorando, con ese miedo de que me iban a decir que él la mató”, compartió la loiceña mientras mostraba el collage que preparó para representar esos eventos.
La protagonista de su segunda obra, que tituló “Brava como la mar”, tuvo que ahorrar por dos años para poder llegar en yola a Puerto Rico. En República Dominicana, su país natal, ganaba $20 a la semana y en el deseo por mejorar su calidad de vida decidió irse. Al llegar al archipiélago, pasó días escondida en un monte por el miedo de que la Policía la arrestara por ser indocumentada. Sobrevivió la travesía a base de agua, galletas y salami que había empacado.
En la actualidad, gracias a un sistema de apoyo brindado por las mismas compañeras de trabajo, ambas mujeres lograron salir de sus respectivas situaciones violentas.
“Esta es su verdad […] Esas historias se quedan vivas. Cuando matan a alguien, la familia lo sufre, pero no se olvidan, eso está vivo ahí”, concluyó López Fuentes señalando su corazón y su cabeza para referirse al recuerdo.
Por su parte, entre aplausos y comentarios como “la más bella”, Dalia Fuentes Cruz, quien ya era parte del Círculo de Mujeres de Taller Salud, presentó su obra titulada “Celina, el fogón de la esperanza”.
“Había que escribir sobre una mujer que no fuera reconocida” y por esa razón escogió a su abuela, destacó Fuentes Cruz.
Celina, su abuela, que nació en 1900, era la cocinera de los peones de la caña que llegaban de todos los pueblos de la Isla a trabajar en el Cañaveral Hacienda Grande en Loíza. Con el fogón, donde se cocinaban las comidas más tradicionales del país, Celina preparaba aproximadamente 150 fiambreras todos los días.
“Estas mujeres de este tiempo, la mayoría pasan desapercibidas. En esa época donde el hombre era el sexo dominante y donde la mujer solo se utilizaba para la cría de los hijos y atender las labores del hogar, no se le daba la oportunidad de crecer como mujer, demostrar que tienen valía, de que pueden hacer un trabajo. Mi abuela lo hizo, porque a través de ese fogón ella demostró que las mujeres podemos luchar por nuestros sueños”, expresó.
Fuentes López llegó al proyecto de Mujeres con Historias Vivas porque disfruta escribir. Admitió que tiene buenas destrezas en la escritura creativa, pero no ha podido publicar sus textos por la falta de recursos.
“No tener los recursos, no tener a alguien que me pueda guiar. ¿Cómo se hace un libro? ¿Cuáles son los pasos a seguir para publicar? Todas esas preguntas me las hago a veces en la cabeza de cómo será”, confesó.
Lo cierto es que Fuentes López, sin darse cuenta, ya era una autora hace mucho tiempo, y en esta ocasión, compartía con el público un pedazo de ella y sus ancestras.
Quien llegó tarde a la exhibición por la falta de recursos fue Carmen Cruz Reyes, una pastora de 57 años de Vieques. “Voy a llegar tarde o no llego”, ese es el pensamiento que mantiene cada vez que le toca salir de su pueblo, debido a la escasez de transporte público marítimo para los viequenses.
Cruz Reyes, quien narró la vida de una educadora querida en Vieques, saludaba en la actividad con mucha emoción a sus compañeras. Wilmary Monge Navarro, Zoleyda Osorio Sánchez, Célida e Hilda Cirino Castillo, también parte del programa, resaltaron a mujeres dedicadas al voluntariado, los retos de una madre y la importancia de las comadronas.
Aunque la mayoría de los talleres donde tejieron sus historias fueron virtuales, las participantes crearon un vínculo de sororidad que transmitieron en los abrazos, las risas y las conversaciones que algunas intercambiaban por primera vez presencialmente.
“Nos unimos en esa experiencia de poder contar estas historias de otras mujeres y de nosotras mismas también, nuestros sentimientos, lo negativo, lo positivo y eso nos hizo compenetrarnos más unas con otras”, reiteró Fuentes Cruz, mientras la agrupación de bomba de mujeres Ausuba se iba preparando para cerrar la actividad.
Decía la directora ejecutiva de Taller Salud, Tania Rosario, en una transmisión por la red social Facebook, que una palabra que descubrió en su camino con la organización fue sororidad. Ese concepto fue olvidado y reemplazado en Puerto Rico por la versión masculina, fraternidad. En efecto, sororidad fue representar solidariamente las voces de mujeres con historias que viven, trascienden y transgreden.