A solo meses de las elecciones, las redes sociales han sido acaparadas con campañas educativas que nos instan a ejercer nuestro importante derecho al voto. El propósito es claro y acertado: hay que acabar con el bipartidismo.
Sin embargo, en estos tiempos de elecciones, hay otras conversaciones importantes a las cuales debemos prestar atención. ¿Se puede verdaderamente hablar de democracia en la colonia? Si contestamos que hasta cierta extensión sí se puede, entonces, ¿de qué otros modos se ejerce también la democracia?
El mito de que el derecho democrático recae exclusivamente en marcar una papeleta cada cuatro años ha promovido una cultura de conformismo y estatismo. Es común escuchar a personas quejarse de la situación política o del desempeño de los “líderes” escogidos solo para terminar concluyendo que no hay salida porque ellos ganaron las elecciones y así es que funciona la democracia.
La limitación de tener verdadera voz solo una vez en cada cuatrienio ha normalizado la espera y el eterno aguante que, afortunadamente y solo en pocas ocasiones, estalla en rabia colectiva. Así lo demostramos el pasado verano, cuando el absurdo de tener que aguantar más tiempo a Ricky Rosselló en la Fortaleza nos llevó a la calle.
Pero, ¿qué pasó después de eso? Las voces dominantes repitieron el mismo discurso: hay que esperar a las elecciones. Como si la democracia solo se tratara de eso.
Los eventos del pasado verano son evidencia de lo ilógico que es conformarnos con esa premisa. Hace un año demostramos que porque un candidato haya sido electo no significa que tiene un relevo de responsabilidad para con el pueblo o que ya no está sujeto al cuestionamiento y la fiscalización.
Por otra parte, es válido y pertinente cuestionar los aparatos gubernamentales que alegadamente aseguran la mal llamada democracia; sobre todo, cuando perteneces a una colonia estadounidense.
Cualquier conversación que aspire a abordar el tema de la democracia en Puerto Rico tiene que incluir el tema de nuestro coloniaje. ¿Qué clase de democracia tiene un país que no tiene completa soberanía sobre sí mismo?
Sin embargo, aún entendiendo que como colonia no tenemos acuerdos políticos que nos garanticen un sistema democrático, seguimos teniendo una responsabilidad electoral para escoger a quienes tomarán decisiones importantes por el próximo cuatrienio.
En esta coyuntura histórica, luego de la expulsión de un gobernador a mitad de su término, se escucha contundente el clamado hacia nuevas alternativas que, en primer lugar, nos libren del parásito que es el PNP PPD y, en segundo lugar, adelanten una agenda descolonizadora para Puerto Rico.
No obstante, nuestra participación ciudadana en asuntos políticos no puede parar ahí. Precisamente porque conocemos lo corrupto que puede llegar a ser este gobierno colonial es que debemos mostrar más interés en lo que sucede en la Fortaleza y el Capitolio.
Debemos recordar que la democracia incluye la libertad de asociación, de pensamiento y de prensa. Además, abarca el importantísimo derecho a la protesta. Sin este mecanismo, NO hay democracia posible. Recordemos esto cuando veamos a la policía de Puerto Rico intentar reprimir las manifestaciones en nombre de la supuesta “ley y orden”.
De igual forma, debemos reconocer el potencial creativo y la agencia política de nuestras comunidades. Debemos desafiar la noción de que no tenemos la capacidad de resolver nuestros propios problemas.
Atrevernos a pensar en nuevas formas de organizarnos y de suplir nuestras necesidades es parte esencial para el desarrollo de una verdadera sociedad democrática en donde cada persona tenga voz y voto.
Atrevernos a desafiar a aquellos que sostienen el poder cuando sabemos que están haciendo las cosas mal es precisamente el principio de la democracia. Y qué curioso, ¡no se ejerce en las urnas!
La propuesta puede verse difícil, pero no lo es. Algunos “politólogos” de los medios dominantes dirán que la democracia es la capacidad de, con un voto cada cuatro años, sacar del poder a quien esté haciendo las cosas mal. Sin embargo, en Puerto Rico hemos demostrado que ese acercamiento es incompleto; no hay que esperar a las elecciones para hacerlo.
¡Y tampoco podemos darnos el lujo de esperar! Se nos va la vida, literalmente, de desastre en desastre bajo el mandato de gobiernos incompetentes que nos dejan morir.
La democracia se ejerce tanto en las urnas como en la calle y comunidades. La democracia es poner al pueblo primero que a los partidos. Es velar por el bienestar de todes, como hicimos durante María, durante los temblores, durante Ricky Renuncia e incluso, ahora durante la pandemia.
Este próximo noviembre, independientemente del resultado electoral, recordemos que la democracia se vive y se construye cada día, desde cualquier lugar en donde decidamos alzar la voz.
Las expresiones vertidas en este escrito no representan el sentir de Pulso Estudiantil.
AJRA