Por: Alondra N. de Jesús Colón y Lexángel R. Acosta Suárez
“¡Vamos, IUPI!” se escuchaba desde las gradas mientras el UPRRP Dance Team esperaba para hacer su entrada triunfal. Era algo sorprendente ver una multitud gritando y aplaudiendo por un solo propósito. El público estaba eufórico.
A penas se escuchaban las bocinas del estadio, todos estaban de pie como si hicieran una ovación anticipada. Parecía que todo aquel gran espacio se reducía al perímetro donde cantaban los gallos. ¡Tremendo “quiriquiquí” el de esta mañana!
Pero no vengo a hablar sobre la emocionante algarabía del público, sino del equipo campeón que estaba tras las cortinas nervioso y ansioso por salir al escenario. El mismo grupo artístico que durante meses se preparó para dar cátedra bailando.
Y, aunque el viento soplara en su contra, unidos y apoyándose el uno del otro, batallaron para llegar a competencia. No importaba si era en Ponce, Mayagüez, San Juan o alguna otra parte del mundo porque la IUPI da candela donde sea.
Lo que verdaderamente importaba era lo que en aquellos camerinos sucedía. Hablo del coraje, la furia, el deseo que tenían los 35 universitarios por querer mostrar de lo que eran capaz. Que son más que la viva representación del rojo y el blanco, son como los edificios abandonados. Tienen mucho para dar y solo los usan para ocupar un espacio más dentro de tanto terreno.
Son estos los que, igual que cualquier otro atleta, pueden desgarrar hasta sus músculos por alcanzar el éxito para su institución. Sin embargo, unos olvidadizos pasan por alto el sacrificio, el empeño, la dedicación de cada uno de los bailarines. Cuando estos mismos desmemoriados dejan en desuso unas estructuras valiosas sin recordar que alguna vez caminaron bajo ese techo que los cubrió de toda tempestad.
¡Qué difícil se les hace reconocer que el equipo de baile son el sostén de cada edificación! Los jóvenes que dicen presente en cada casa abierta de la universidad, la bienvenida de nuevo ingreso y muchas actividades más.
Sin duda, son igual que las columnas desoladas en un pasillo oscuro; representan la línea de defensa que se mantiene con rectitud, delicadeza y pureza aguantando todo peso que recargan sobre ellas, haciendo frente para que los de arriba no sean derribados.
Son esos los mismos chicos que, aún poniéndose de cabeza con las piernas al aire, no se les reconoce como grupo atlético ni artísticos de su universidad. Los que sacan pecho por su recinto y las ayudas que se les brindan son mínimas. Los que día a día se intrigan por saber dónde ensayarán porque no tienen un espacio seguro. ¡Qué gran pelea la de estos gallos!
De pronto, los ruidos eran más intensos y alarmantes, aquel coliseo se quería caer, pues acaban de salir los de pico filoso y cresta colorá. Ahí comprendí que, los que en esos palcos desgarraban sus gargantas por sus gallos y jerezanas, no estaban solamente por su alma mater, sino que gritaban a petición de que demostraran fuerza en la pista, que defendieran el honor, que continuaran luchando por su título, que resistieran y que no se rindieran.
Las expresiones vertidas en este escrito no necesariamente representan el sentir de Pulso Estudiantil.