Por Gabriel Pacheco Santa/ MNNB
La semana pasada hubo dos paros en el Recinto Universitario de Mayagüez (RUM), pero su comunidad solo se enteró de uno – el que hizo la Federación Laborista de Empleados Universitarios del RUM, el jueves, en protesta a los recortes a sus planes de retiro y de salud.
Sin embargo, a menos de 24 horas de esa primera manifestación, cuatro estudiantes de la Facultad de Ciencias Agrícolas le echaron candado al portón de la Finca Alzamora y prometieron permanecer allí hasta que sus decanos mejoraran sus condiciones de trabajo.
A las 5:30 de la madrugada, ya los cuatro estudiantes ganaderos habían tomado la finca y procedieron a reiterar el mismo reclamo que, a su juicio, la administración ha ignorado por los últimos tres meses, a cuesta de su bienestar físico.
Sin bocinas ni carteles, consignas o piquetes, el estudiante de Ciencia Animal e integrante del Proyecto de Pequeños Rumiantes, Rafael “Bobby” Rodríguez, dijo que “lo único que queremos es que nos devuelvan acceso al vehículo de motor que hemos utilizado por los últimos siete u ocho años para cumplir con nuestras tareas diarias en la finca”.
Asimismo, Bobby explicó que su equipo, compuesto por 11 estudiantes, cuida a las casi 80 cabras y ovejas que pastorean en la finca laboratorio. Su trabajo, añadió, ha brindado apoyo a 25 investigaciones a nivel graduado y a decenas de proyectos subgraduados por los últimos 20 años.
“La mayoría están aquí por jornal y estudio-trabajo, pero todos lo hacemos porque amamos a estos animales, pero, sin un vehículo, las condiciones de trabajo se parecen más a las de un esclavo”, aseguró el líder de la manifestación pacífica.
Por los últimos tres meses, han tenido que cargar heno, alimento concentrado, medicamentos, agua potable y hasta algunos de los animales – que pueden pesar hasta 60 libras – a pie, varias veces al día, por una colina de media milla que, bajo el sol de mediodía, socava las ganas de trabajar de cualquier ser humano.
A las 9:00 de la mañana, ya un oficial de seguridad hacía guardia a las afueras de la finca. Bobby, cordialmente, le ofreció una silla al guardia para que descansara sus pies a la sombra de un árbol porque, en sus propias palabras, “de aquí no nos vamos a mover hasta que la decana atienda nuestra situación y nos de evidencia por escrito y con todos los ponches de la Universidad”.
Al cabo de media hora, uno de sus compañeros accedió a darle un recorrido guiado por la Finca Alzamora a Pulso Estudiantil y aprovechó para resaltar los retos diarios que enfrenta su equipo a consecuencia de la “inacción” y el “discrimen” de la administración de la finca.
Giovani García zapateó bruscamente el pavimento, removiendo el fango húmedo que hasta hace pocos segundos parecía el color natural de sus botas de vaquero. Esta no es su primera ronda por los predios ya que, aunque sus compañeros han paralizado las labores académicas y administrativas en la Finca Alzamora, ninguno ha descuidado a los casi 80 animales que prometieron cuidar.
A menos de 20 pasos, se topó con el primer obstáculo que les presenta la falta de un vehículo de motor. El estudiante de Ciencia Animal apunta hacia una casona a la que deben acudir varias veces al día para llenar de hielo y agua potable su cooler. “Bajar a llenar el candungo es la parte fácil”, dijo, “pero subirlo por la cuesta son otros 20 pesos”. Un cuarto de milla más arriba es donde el preciado liquido les será indispensable una vez que el sol del mediodía comience a azotar sus pieles.
En este primer trecho de la colina, Giovani se cuestionó por qué, después de tantos años con acceso a vehículos, la administración usaría una carta del exrector Lucas Avilés para privar a los estudiantes subgraduados del uso de la pick-up. Esa carta, a su entender, no tiene mayor peso que la Certificación Número 14-15-283, que deja claro que cualquier estudiante, subgraduado o graduado, puede conducir un vehículo institucional si cuenta con el debido permiso.
“La 730 siempre ha sido el vehículo del Proyecto, pero tuvo un problema eléctrico y nos la quitaron para bregar con ella. Nos dieron una Ford blanca como por mes y medio, pero también nos la quitaron a principios de agosto”, lamentó García. “Desde entonces, hemos visto al administrador de la finca usar la 730 de vez en cuando, pero ahora mismo esta allí estacionada y nadie la está usando”
Algunos en el Proyecto de Pequeños Rumiantes optaron por usar su transporte personal para mover carga, pero rápidamente desistieron de ello por el gasto de combustible – después de todo, no todos cobran por su labor en la finca y los que sí, solo obtienen el mínima federal de $7.25 por cada hora que trabajan bajo el sol.
Ya frente a una de las parcelas, el joven jayuyano aprovechó para dictar algunos de los conceptos que, gracias a su proyecto, sus compañeros de Ciencia Animal pueden aprender en sus laboratorios.
“Este es un grupo de hembras y se separan de los machos porque aquí, en la finca, tenemos épocas de parto. Cuando es el momento de parearlas, traemos a un macho para que pastoree con ellas por uno o dos meses y las monte. Luego, lo sacamos y se repite el mismo proceso cada temporada”.
Cruzamos la carretera y el hedor a excremento denota la segunda queja de los manifestantes. “Ellos esperaban que nosotros recogiéramos todo el excremento de los animales en una carretilla y lo lleváramos cuesta arriba hasta la compostera”, comentó el estudiante sin antes recalcar que actividades similares a esta le han ocasionado severos dolores de espalda que, a su juicio, han sido “completamente innecesarios habiendo tantos vehículos en esta finca”.
A eso de las 10:00 a.m., ya en el punto más alto de la colina, García indicó donde habitarán 20 animales nuevos que su equipo tendrá a cargo, además de los otros 80, comenzado esta semana. Hasta aquí llegó el pavimento. De ahora en adelante, la ruta es puro fango.
“A veces me tengo que ir media hora tarde a almorzar por todo el tiempo que pierdo subiendo y bajando drones de heno. Esto es completamente innecesario, mi hermano”, exclamó el estudiante.
De camino de vuelta a la línea de piquete, el estudiante decidió visitar a los cuatro carneros con los que experimentó el semestre pasado. “El de cabeza negra es [raza] Dorper y el blanco grande es [raza] Katahdin. También tenemos un par de cruces que salieron bastante bien y los mantenemos a todos aquí, cerca de las hembras, para aumentar su conteo de espermatozoides”. Luego procedió a identificar las hembras una por una y resaltó a una que, según él, “ya está por explotar”.
Luego de secarse el sudor que chorreaba por su frente y sacudir nuevamente sus botas, Giovani comentó que “llevamos con los portones cerrados dos horas y la decana ya nos autorizó el uso de un carrito de golf”. Esto, dijo, demostraba que, hasta el día de hoy, la administración estuvo de brazos caídos, “pasándose la papa caliente de una oficina a otra. ¿Eso no lo podían hacer hace un mes sin tener que llegar a esto? Nos seguían diciendo que lo cogiéramos poco a poco, pero nosotros no podemos seguir trabajando así”.
De vuelta en donde empezó el día, Bobby explicó a su compañero que el paro continuaría hasta que la administración aprobara el uso de un vehículo todo terreno apto para cargar alimento, herramientas y animales enfermos – no un carrito de golf.
A eso de las 1:00 p.m., el decano interino de Ciencias Agrícolas, Elvin Román Paoli, ordenó al administrador de la finca, José Muñoz Rivera, que les hiciera disponible el vehículo 4×4 al Proyecto de Pequeños Rumiantes, en lo que se gestiona la compra de un nuevo vehículo.
Satisfecho con la primera muestra de verdadera apertura de parte de la administración, Bobby y su equipo abrieron el portón y terminaron el paro antes de las 2:00 p. m.
Sin embargo, hoy, martes, cuando los estudiantes fueron a inspeccionar la unidad todoterreno, Muñoz Rivera indicó que se presentaron “fallos mecánicos de inyección” y que no estará disponible hasta que se repare el 7 de diciembre. El administrador de la finca no estuvo disponible durante esta tarde de hoy para responder a preguntas de Pulso Estudiantil.
Frustrado con la situación, el estudiante Rafael Rodríguez cuestionó las intenciones de Muñoz Rivera cuando sentenció que “hasta el jueves de la semana pasada la unidad todoterreno 874 estuvo en uso, [pero] una vez que el decano nos autorizó el uso de este, entonces es que empieza a dar problemas el vehículo”. También sugirió que la Administración prometió en vano para entramparlos y así levantar el paro.
A la espera de que la Facultad de Ciencias Agrícolas cumpla lo acordado, los manifestantes deberán operar el carrito de golf que, a su juicio, aliviana un poco la carga de trabajo, pero no es una solución permanente a su problema de movilidad, como ha sugerido el administrador de la finca.