Además de hacérsele imposible enfocarse y tener que aprender por su propia cuenta, la estudiante de Biología de la Universidad de Puerto Rico (UPR) Recinto de Río Piedras Solimar Esteves Vega enfrentó, en la escuela superior, comentarios hirientes de compañeros y maestros sobre su lentitud absorbiendo información. De la misma forma, sus amistades a veces pensaban que ella les ignoraba al “espaciarse”, y su familia se molestaba por su desorganización . Si trataba de explicar que es parte del trastorno que padece, la tildaban de “excusera”, lo que provocaba que se sintiera aislada.
Como ella, hay muchos estudiantes universitarios y adultos que sufren de estigmatización y prejuicio en sus trabajos, casas, centros de estudio y relaciones por su Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad (ADHD, por sus siglas en inglés).
“En una conversación que tuve con mi mamá, yo le dije que me diagnosticaron con eso y yo le pregunté que si a ella nunca le pasó por la mente [que tenía ADHD] desde que yo era chiquito… Ella me dijo que no, que ella no creía en eso, que eso no es una condición para ella”, relató Manuel Morales Rosario, estudiante de Finanzas en la UPR de Río Piedras y joven adulto de 21 años diagnosticado con ADHD.
Según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5, por sus siglas en inglés) de la Asociación Americana de Psicólogos (APA, por sus siglas en inglés), el ADHD es un desorden del neurodesarrollo que se caracteriza por falta de atención, impulsividad y la hiperactividad. Los síntomas usualmente se diagnostican en la niñez; no obstante, existen casos donde se diagnostica tarde en la adolescencia o adultez.
“Para poder diagnosticar según el manual DSM-5, hay un sinnúmero de criterios que tienen que estar presentes. La manifestación del diagnóstico en la persona va a variar”, explicó la psicóloga clínica y catedrática del Departamento de Psicología del recinto riopedrense, Sylvia Martínez Mejías.
Un estudio del 2016 de la Administración de Servicios de Salud y Contra la Adicción (ASSMCA) reveló que en Puerto Rico la mayoría de menores que reciben tratamiento de salud mental tienen esta condición.
En lo académico, el trastorno se puede notar por desempeño académico bajo y la conducta de la persona. En cuanto a la conducta, específicamente, se observa si la persona está distraída o, inversamente, si siempre esta interrumpiendo e inquieto.
“Me espaciaba de nada. Escuchaba la voz del profesor bien distanciada. Al tratar de enfocarme, a los minutos perdía el enfoque. A la hora de hacer trabajos me tardaba un montón… Me distraía un montón. Nunca terminaba las pruebas a tiempo”, sostuvo Esteves Vega.
Anna Victoria Delgado Saap, estudiante jerezana de Nutrición y paciente con ADHD, describe experiencias similares que muestran cómo le dificultaban sus clases de ciencia y matemáticas lo difícil que era el “simple hecho de sentarse a estudiar” y sus problemas para absorber información porque “no le entraba nada”.
Conociendo el ADHD
Para la trabajadora social Ruth Sánchez Ledesma, el panorama del trastorno “es complicado. Cuando se habla de ADHD se reduce al área escolar y se reduce a la edad escolar pero es mucho más que eso”. Por consiguiente, la condición no necesariamente se manifiesta en el desempeño académico bajo;
La catedrática del recinto riopedrense Sylvia Martínez Mejías estableció las dificultades que trae la condición; entre ellas están: dificultades con la pareja del diagnosticado, con su ejecución laboral, con mantener conversaciones, con regular sus emociones, con su organización de espacios y en su vida cotidiana general, entre otras. Añadió que, una posible razón por la cual no afecta el rendimiento académico es porque él niño o la niña compensa su deficiencia y puede salir bien en las clases a pesar de sus dificultades.
“En la escuela tuve súper buenas notas”, afirmó Morales Rosario. A el estudiante de Finanzas, que tiene el subtipo combinado o con características hiperactivas e inatentas, nunca le resultó muy dificultoso la escuela. Sin embargo, si provocaba quejas su [falta de] conducta e hizo hincapié que “desde chiquito” le dificultaba regular sus emociones.
Esteves Vega compensaba su falta de atención en clase siendo autodidacta; es decir, aprendía por su propia cuenta. “Desde siempre yo terminaba enseñándome yo misma el material ya que no prestaba atención a las clases”, destacó la estudiante de Biología.
Según Digmarie Alicea Santana, psicóloga clínica y exalumna del recinto riopedrense, la manifestación de esta condición se exacerba por el hecho de que, en la escuela, existe una estructura más rígida y los padres están detrás del estudiante asegurando que cumpla sus deberes. Al irse a la universidad, un joven adulto o adulto diagnosticado tarde no tiene las herramientas para manejar la estructura nueva y más flexible. Además, añadió, que reluce más en la adultez porque la sociedad espera más de los adultos, y son expectativas que personas con ADHD no pueden cumplir.
Una encuesta realizada en el 2015 por Juanita González, una estudiante doctoral de la Universidad de Madrid, demuestra que docentes de colegios y universidades de Puerto Rico sustentan las expresiones de Santana. La encuesta, publicada en la Revista Educación de la Universidad de Costa Rica, halló que aunque un 60 porciento sabe sobre la condición en la niñez, una 80 porciento desconocía que persistía hasta la adultez y dura toda la vida.
Además de recomendar el ofrecer orientación para los educadores y las educadoras, la profesora de español sugiere que “se debiera, a su vez, investigar y evaluar las alternativas académicas vigentes que permitan un cambio en el sistema educativo” y que se debe “evaluar cuáles son aquellas limitaciones en los centros académicos que están impidiendo un acomodo fiable para esta comunidad estudiantil”.
“Hay veces que yo de verdad estoy dando un máximo esfuerzo y como quiera a lo mejor no es suficiente… ¡Eso frustra! Uno de verdad está consciente de las faltas que uno tiene y los issues que te da hacer ciertas cosas. Que la gente lo trate como si uno no estuviese tratando cuando de verdad lo estas haciendo… Eso hiere”, aseguró Morales Rosario.
Estigmatización y prejuicio
“Vago”. “Excusero”. “Irresponsable”. “Despistado”. “Lento”. “Impuntual”. Son estos algunos de los términos despectivos que los tres estudiantes han recibido a través de su vida por conductas, productos de su diversidad funcional.
En el caso de Esteves Vega, amistades la hacían sentir “bruta” y constantemente, tanto maestros como estudiantes, le decían comentarios como “ponte a prestar atención” a pesar de tratar y no poder. De igual forma, las amistades de Delgado Saap le decían que “a veces no se ve bien” que diga que una conducta es por su condición y sus familiares se molestaban con ella por su impuntualidad. “Cuando me pasan cosas, realmente me pasan cosas reales; no es que quiero ser así a propósito”, reafirmó la estudiante de nutrición.
“Impacta cómo uno se ve a uno mismo a través de los ojos de los demás. Lo que la gente le ha dicho a uno generalmente es una acusación de lo que puedo o no puedo hacer… Y eso afecta la vida de un ser humano”, explicó la trabajadora social.
La exalumna riopedrense apuntó hacia el malingering o fingir tener una enfermedad para recibir un medicamento, acomodo o ayuda económica como un posible factor que contribuye a la estigmatización de trastornos como el ADHD.
“Casi nunca se habla de la estigmatización de las personas con déficit de atención. La clave es el conocimiento; que la gente sepa que no se limita únicamente a la edad escolar, y que las consecuencias no se limitan única y exclusivamente a uno sacar o no buenas notas en la escuela”, resaltó Sánchez Ledesma.
Por su parte, Martínez Mejias afirmó que “el sistema social [actual] no es sensible a la diferencia” y que hay que cambiar la terminología negativa que se usa en referencia a las personas con trastornos. También recalcó que hay que romper con percepciones tales como “una persona con deficiencia no puede ser exitosa” y “el trastorno es una enfermedad”.