Aunque el sol calentó los asientos y el viento fue insuficiente para secar el sudor, no llovió. La lluvia era una de las grandes preocupaciones de la mayoría de los ahora graduados de la Universidad del Sagrado Corazón. Las tradicionales ceremonias celebradas en el Centro de Convenciones de Puerto Rico Pedro Rosselló tuvieron que trasladarse al campo de fútbol de la institución como medida de precaución por la pandemia del Covid-19. Al principio, la logística de la actividad fue un disgusto para algunos estudiantes; pero lo cierto es, que la universidad logró graduar presencialmente, con sus respectivos invitados, a la clase 2020 y 2021 en tres eventos los pasados 26 y 27 de junio.
El clima era solo la última amenaza que enfrentaría el estudiantado para llegar al día de su graduación. Tomar cursos en carpas por la falta de electricidad tras el huracán María, estudiar bajo la incertidumbre de perder la casa en medio de un temblor y abandonar el campus por la cuarentena que exigía el coronavirus se convirtieron en los principales retos para completar el grado universitario.
Para quienes logran culminar sus estudios, una graduación es siempre motivo de alegría. La toga, el birrete, el desfile, el saludo protocolar, escuchar tu nombre mientras tus seres queridos y profesores te aplauden provocan que hasta olvides los malos ratos que pasaste con ciertos trabajos en grupo durante el bachillerato. Pero en una ceremonia, donde se reúnen grandes figuras de la academia, siempre será una oportunidad para señalar los problemas socioeconómicos que afectan al país.
En el caso de los discursos de graduación de Sagrado del pasado mes, además de describir los desafíos que enfrenta Puerto Rico, los graduandos escogidos como oradores en sus correspondientes eventos defendieron la capacidad de su generación para combatir la desigualdad de género, de educación, de servicios esenciales de salud y el abandono al cuidado de los recursos naturales.
“Si somos la generación de la crisis es porque somos la única generación capaz de salir de ella”, afirmó en su mensaje, Giovanny Vega de Lleguas, estudiante representante de la Escuela de Comunicacion Ferré Rangel.
“Las circunstancias que marcaron nuestro camino no son del todo negativas, no sería justo pensar así, las circunstancias que todos vivimos nos ayudaron a desarrollar nuestro carácter y conciencia. No nos han impedido cuestionar los esquemas sociales tradicionales y mejor aún, nos dieron visibilidad de aquellos problemas que debemos atender en Puerto Rico”, abundó.
La estudiante representante de la Facultad Interdisciplinaria de Estudios Humanísticos y Sociales, Adianez Vélez Martínez, coincidió en su discurso que “somos gente con hambre de conocimiento, de justicia y de paz” y “nos ha tocado aguantar de todo, así que sabrán que no nos detiene nada”.
Debido al cierre de más de 600 escuelas públicas en Puerto Rico desde el 2011, Vélez Martínez reconoció su privilegio de poder adquirir un bachillerato “en un país donde cada vez es menos accesible” obtener educación superior.
“La universidad se presta para revolcarnos los pensamientos, cuestionar nuestros propios paradigmas, descubrir nuestras identidades y en fin, hacernos más humanos”, sostuvo la graduada en sistemas de justicia.
“Somos privilegiados porque a muchos de nosotres nos ha tocado romper esquemas, derrotar limitaciones y trazar el camino para otres. Somos nosotres, la famosa generación que no se deja” agregó la alumna.
Apropiarse de la responsabilidad
Si bien es cierto que, según Vega de Lleguas, esta generación de graduados “no tiene nada que perder, porque ya hemos perdido tanto que hasta perdimos el miedo”, concluyó también que “la única gran crisis será que la generación capaz de cambiar las cosas no esté dispuesta a hacerlo”.
Para la estudiante oradora de la clase 2020, Gabriela Girón Galarza, unir la palabra y la acción es una solución para “transformar el país que merecemos”.
“Deseo que […] abrazando la diversidad podamos crear una red de apoyo para Puerto Rico que permita hacer visibles las trincheras por las cuales luchamos, porque los grandes cambios no suceden con tan solo mirar y mucho menos cuando pensamos desde una perspectiva ajena”, continuó la graduada de Trabajo Social.
“Romper los moldes” y “retar las viejas prácticas que nos tienen estancados y rezagados como sociedad” se ha vuelto prioridad en las vidas de la juventud puertorriqueña, pues Vélez Martínez afirmó que “nos enfrentamos a un mundo repleto de desigualdad e injusticias, es por eso que nos toca apropiarnos de la responsabilidad colectiva de que puede ser mejor”.
Con toga y mascarilla o sin mascarilla y sin toga, las graduaciones celebradas este año, durante una pandemia, tuvieron un significado distinto. Más allá de conmemorar el cierre de un grado asociado, bachillerato o maestría, representó escuchar y darle razón a quien en muchas ocasiones la merece: los, las y les estudiantes.