La manifestación convocada el pasado 8 de marzo por la Colectiva Feminista en Construcción adoptó la desobediencia civil desde el cuidado colectivo
Por: Isabel Burgos Rossy, Sofía I. Durán Pérez
Desafían el movimiento vehicular en la avenida Roosevelt dirección norte un viernes a las tres de la tarde. Una muralla humana de mujeres delimita el espacio. Mientras suena “Si Me Matan” de Silvana Estrada, entra la performera Helen Ceballos cubierta, hasta el pelo, en tela negra, y meciendo una cadena que termina en una bola de fuego. Solo su pelo largo y trenzado con mechones de un rojo profundo, sobresale de las telas negras por su espalda. Los cantos melancólicos de Silvana les aprietan el pecho a los manifestantes que se han quedado en silencio observando la imagen hipnotizante que se desenvuelve ante sus ojos.
Anteriormente, la performera Teresa Karolina y otros ayudantes del performance habían puesto un envase de sahumerio, una caja para ahumar y tres potes con mechas encendidas en forma de triángulo que en el medio encierran una manta de pelusa gris. En esta pelusa, la figura de Ceballos tira la bola de fuego.
La performera, entonces, toma el sahumerio y procede a despojar a los manifestantes diciendo que para la lucha que vamos a dar, debemos estar limpias.
“Nopal, nopal, hermana. Para el espíritu, nopal”, son las palabras de Ceballos mientras se mueve, limpiando con humo, a la multitud espectadora.
Mientras tanto, algunos manifestantes que aceptaron la invitación para participar del performance reciben bombas de letras que, al finalizar el espectáculo, leerán “Vivas nos queremos”.
Con este manifestación artística, comenzó la marcha convocada por la Colectiva Feminista en Construcción el 8 de marzo, que resultó ser exitosa en establecer un espacio seguro para la desobediencia civil.
La Colectiva Feminista, también conocida como Cole, se organizó desde la convocatoria y media tour hasta el control de la multitud, negociaciones con la Policía y la provisión de agua, meriendas, primeros auxilios y espacios de descanso.
Cuando la manifestación tomó la curva para paralizar el expreso Las Américas, la cantante iLe entonaba “Contra Todo” y la cola de personas que le seguía cantaba el coro en respuesta.
Ya con la autopista paralizada, Sharianna Ferrer, una de las cofundadoras de la Colectiva Feminista, desde un tumbacoco al frente de la marcha detalló que la violencia de género no se limitaba a los más de 20 feminicidios que han ocurrido este año. El reclamo de rendición de cuentas al gobierno vino acompañado de reconocer las desigualdades laborales, las crisis de vivienda, salud y educación y la inacción del Estado de Emergencia por Violencia de Género que se declaró hace tres años.
Las personas se infundían en las expresiones de Ferrer entre abrazos, aplausos y pancartas que leían desde “educación no cárceles”, “si los recursos no llegan a nuestras comunidades, no están haciendo que las cosas pasen” hasta mensajes dirigidos a los candidatos políticos en las próximas elecciones para presentar propuestas que atiendan la violencia de género.
La pancarta más grande estaba en el suelo. Los manifestantes piqueteaban alrededor de los 104 paneles violetas que en letras blancas leían “NOSOTRAS POR NUESTRAS VIDAS”, lema de la convocatoria.
La plena, cantada y tocada por niñes que se unieron a los cantos feministas, era correspondida por las personas que comenzaban a agruparse para el cierre de la actividad.
Al son de “Semillas de Libertad” se formó el batey en una de las carreteras más transitadas del archipiélago, en la hora pico. Se introdujeron tres mujeres que en sus turnos saludaban a la percusionista principal y movían sus cuerpos al ritmo de los barriles.
La actividad culminó con un mensaje de Zoan Dávila, cofundadora de la Colectiva, agradeciendo a las personas que aceptaron el llamado a la desobediencia civil desde el colectivo y la organización en el Día Internacional de la Mujer.