Tres empleados de la biblioteca José M. Lázaro del Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico (UPR) denunciaron el peligro que presenta uno de los pasillos de emergencia del primer piso del edificio, que lleva dos años en un estado inseguro.
La bibliotecaria auxiliar de la Colección Referencias y Revistas Gladys Ruiz Pérez explicó que el pasadizo llegó a este estado inseguro luego que cerraran la Unidad de Servicios Bibliotecarios para Personas con Impedimentos, ubicada detrás del pasillo, porque tenía asbesto.
Desde entonces, el pasillo continúa con losetas removidas por asbesto, el piso desnivelado y resbaloso, un tendido eléctrico expuesto, entre otros.
Desde el 2015, se ha reseñado el problema de asbesto en el edificio José M. Lázaro.
El pasillo es concurrido diariamente por siete estudiantes asignados al área de Microfilmación, 10 a 15 empleados de Catalogación, miembros de la Colección Puertorriqueña, los trabajadores que deben subir al sexto piso del edificio y el personal de mantenimiento, quien tiene su oficina ubicada en esa área. Sobre todo, el pasadizo es la única salida de emergencia para algunos de los trabajadores.
Uno de los riesgos de caminar por el pasillo es que las personas se podrían resbalar por las condiciones del piso o, en caso de un temblor, el tendido eléctrico expuesto caería al suelo. Los empleados exigen garantizar la seguridad en el edificio debido a que la biblioteca es visitada constantemente por la comunidad externa, la comunidad universitaria, personas internacionales, investigadores, entre otros.
El Comité de Salud y Seguridad del edificio Lázaro ha peticionado por aproximadamente dos años que el pasillo sea arreglado, según la bibliotecaria auxiliar de la Colección Puertorriqueña Marilí Rodríguez García, quien es miembro del Comité.
El Comité “se ha reunido innumerables veces con las decanas anteriores como Aurora Sotográs Saldaña; el director de la Oficina de Protección Ambiental, Salud y Seguridad Ocupacional, Jorge Ramos Feliciano; la exdirectora del Sistema de Bibliotecas Noraida Domínguez Flores; y el representante de la Hermandad de Empleados Exentos No Docentes en el recinto, Germán Lagares Rengel”, de acuerdo con la bibliotecaria.
Asimismo, se han reunido con la nueva administración del Sistema de Bibliotecas y la nueva decana de Administración, Anaisa M. López Cédres.
El pasado mes de mayo, los empleados recibieron una bolsa pequeña de cemento que cubrió únicamente los desniveles en el pasillo que aproximaban una pulgada de profundidad, según el bibliotecario auxiliar del Centro de Microfilmación, Gabriel Noriega Rodríguez. El Centro es la única unidad adscrita a esa área.
“Si un estudiante quiere [trabajar con] nosotros y tiene algún impedimento, no se puede seleccionar por las condiciones de las áreas”, señaló Noriega Rodríguez.
La unidad de Servicios Bibliotecarios para Personas con Impedimentos
Los servicios para estudiantes con impedimentos están localizados actualmente en la biblioteca Ángel Quintero Alfaro de la Facultad de Generales.
Aunque los alumnos tienen acomodos en esa biblioteca, el espacio no está diseñado para esos servicios. En la Lázaro, utilizaban salones para estudios individuales; mientras, en Generales, usan una sala compartida.
Históricamente, esta unidad siempre ha estado en la Lázaro. La sala era el único lugar en el que los estudiantes con impedimentos tenían acceso directo a los recursos y espacios diseñados para su progreso, como áreas de transcribir, braille, ayuda para interpretación para personas sordas o con problemas de audición, entre otras.
La necesidad de este servicio es menos solicitada debido a que los estudiantes no saben a dónde ir, según la bibliotecaria auxiliar de la Colección Puertorriqueña.
Antes de su cierre, la unidad para estudiantes con impedimentos fue remodelada. Sin embargo, cuando empezó la restauración de la sala, el Comité de Salud y Seguridad y un exempleado de la biblioteca alertaron que el techo tenía asbesto.
Se le informó a la Oficina de Protección Ambiental, Salud y Seguridad Ocupacional, a la compañía encargada de reparar la sala y a la dirección del Sistema de Bibliotecas. Obviando el aviso, se continuó con el trabajo y la unidad se remodeló en su totalidad. De acuerdo con Rodríguez García, la remodelación “les tomó varios años”.
En menos de seis meses desde la remodelación, comenzó a caer el asbesto al suelo y, consecuentemente, las losetas se separaron.
La unidad estuvo abierta menos de un año porque, tan pronto cayó el asbesto, cerraron la sala. Desde entonces, la unidad no ha abierto
Todo se perdió: los ductos de los aires fueron cambiados en la remodelación; sin embargo, se tendrían que volver a sustituir ahora por el asbesto.
La bibliotecaria auxiliar de la Colección Puertorriqueña sostuvo que (la remodelación) fue como “regalarle dinero a una compañía”.
De acuerdo con los bibliotecarios, la situación empeoró cuando la compañía finalizó. Por ejemplo, dejaron luces guindando y no sellaron partes del techo que tenían cables expuestos.
La inacción ante la situación
En agosto de 2021, la Comisión de Educación, Turismo y Cultura del Senado de Puerto Rico visitó la Lázaro con el compromiso de asignar fondos para habilitar las áreas, pero quedó en nada.
En su momento, la exdecana interina de Administración Aurora Sotográs Saldaña y la exdecana Grisel Meléndez Ramos lograron allegar fondos para los procesos de impermeabilización de los techos, otro asunto que afecta la biblioteca.
Asimismo, crearon un grupo de trabajo que incluía representación docente, no docente, del Decanato, de la Oficina de Protección Ambiental, Salud y Seguridad Ocupacional, la Oficina de Planificación y Desarrollo Físico y de los ingenieros y arquitectos que trabajan los asuntos del edificio y de los sistemas de aire acondicionado, entre otros.
Ahora, “las cosas se quedan en promesas”, según Ruiz Pérez.
“Esto lo vio el rector (Luis A. Ferrao Delgado). No dijo nada, no hizo nada, no asignó nada”, dijo.
Asimismo, el Comité ha llamado la atención constantemente sobre la situación a la dirección del Sistema de Bibliotecas, al decanato de Administración, a la Oficina de Protección Ambiental, Salud y Seguridad Ocupacional y hasta Rectoría.
Sin embargo, cuando llegan a las reuniones, la respuesta de la decana de Administración es que no hay dinero.
La bibliotecaria auxiliar de la Colección de Referencias y Revistas declaró que “tiene que aparecer dinero (para arreglar el pasillo) porque la Universidad no puede pensar que va a remodelar, quitar todo, pero después no tiene dinero para remodelar”.
Ruiz Pérez aseguró que la Administración de Seguridad y Salud Ocupacional (OSHA por sus siglas en inglés) podría multar a la biblioteca en “cantidades exorbitantes” debido a la inseguridad del pasillo.
El Comité de Salud y Seguridad ha hecho querellas con OSHA, al igual que la Junta de Calidad Ambiental, por lo que la agencia ya ha ordenado cerrar y multar partes de la biblioteca por el asbesto en las áreas.
“¿Por qué hay que llegar a que venga OSHA y que le den multas si se puede conseguir dinero de propuestas externas?”, expresó Ruiz Pérez.
Se están perdiendo materiales
“Parece una casa embrujada” confesó Rodríguez García al entrar al área de la sala de personas con impedimentos, espacio de encuadernación y el laboratorio fotográfico.
Aunque la unidad está cerrada, quedan materiales costosos, como maquinarias originales de encuadernación, que se han perdido y desaprovechado.
Según la bibliotecaria auxiliar de la Colección Puertorriqueña, en el pasado, los estudiantes iban a la Lázaro a encuadernar.
“Ahora, igual te van a decir que aquí ya no encuadernan porque van al Repositorio; pero tú podrías traer [cualquier] libro. Yo traje un libro de cocina de mi mamá viejísimo, se encuadernaba y yo pagaba por eso”, sostuvo.
Según Rodríguez García, el exbibliotecario auxiliar Carlos A. Figueroa escribió una propuesta, hace cuatro o cinco años, para poner el taller de encuadernación en funcionamiento. Figueroa, quien posee un diplomado en Preservación y Conservación, presentó la idea de retomar y reabrir el área durante una reunión con Domínguez Flores.
Además, una persona externa pagó en forma de donativo la visita de un técnico para la revisión del área, pero no hubo seguimiento.
El exbliotecario auxiliar consiguió, a través de la encuadernadora independiente Wilma Delgado, que un técnico pagado por la encuadernadora viniera a evaluar los equipos. El técnico informó que podría habilitarse con una cantidad entre $500 o menos. A pesar de la verificación del área, no se le dio continuidad al proceso.
De igual forma, falta el espacio para encuadernar documentos gubernamentales y libros raros en la Colección Puertorriqueña.
Según Rodríguez García, hay libros que son únicos y no se pueden comprar.
Ruiz Pérez comentó que están “usando pega y gomitas” para arreglar libros en lugar de encuadernarlos.
Los bibliotecarios afirman que tener un encuadernador en la Universidad es beneficioso porque generaría fondos externos. Asimismo, las salas se favorecen de su uso y no se tendría que salir de la institución para obtener estos servicios.
Además, denunciaron que se está perdiendo el laboratorio fotográfico que también generaba fondos. Los negativos era un material valioso que se pudo haber cuidado o movido del área.
Actualmente, el material de los negativos está tan ácido que se presta a un fuego.
“Son espacios que se están perdiendo”, concluyó Ruiz Pérez.