Por: Luis Joel Méndez González / ARRN
Llega la noche; la casa está oscura, fría e inhóspita. Está cansada; el cuerpo le duele y la mente le pide descansar. Mira el computador, abre su cartera y agarra un frasco que contiene lo que cree que enfocará toda su concentración hasta aprenderse el repaso del examen de la mañana siguiente.
Pese a que conoce los efectos adversos del Adderall cuando no es utilizado por pacientes con hiperactividad, narcolepsia y déficit de atención, “Juana” es una alumna de la Universidad de Puerto Rico (UPR) en Arecibo, cuyo nombre es ficticio porque utiliza este psicoestimulante de manera ilícita.
“En la universidad, durante mis finales de primer año, me dijeron de la pastilla, y en ese momento estaba intrigada porque siempre estoy ajetreada, así que como en ese momento también tomaba pastillas de cafeína, la probé porque pensaba que sería más fuerte”, esbozó Juana.
Entusiasmada, comenzó a consumirlas a diario. Meses después, sintió cómo su cuerpo no reaccionaba al efecto de la euforia provocado por la píldora. “Llegó al punto en el que sentía que tenía energía para hacer muchas cosas, pero cuando has usado [el Adderall] por tanto tiempo, tu cuerpo se siente drenado”, dijo.
“Es un poco triste que los estudiantes tengan que verse en la necesidad de recurrir a estos medios para poder cumplir; pero en mi caso, no puedo parar ni de estudiar ni de trabajar”, acotó Juana quien, a sus veintitantos años, tiene que mantener también a su hermana menor.
Latente la venta del Adderall
“Hay estudiantes que han venido y han comentado que en el recinto venden las Adderall. Lo que me manifiestan los jóvenes es que entienden que son estudiantes los que venden las píldoras”, enunció “Lupe”, profesora de la institución quien utiliza un seudónimo para evitar cualquier tipo de represalia laboral.
Para este reportaje se llevó a cabo un formulario en línea que fue enviado por correo electrónico a estudiantes de la UPR en Arecibo. Los resultados muestran 263 votos recopilados desde el 23 hasta el 30 de mayo, por lo que poseen un margen de error de un 4.9 por ciento y un nivel de confianza de un 90 por ciento.
El 10.7 por ciento de los encuestados respondieron que “sí” utilizan o han utilizado el psicoestimulante. Mientras, el 32.2 por ciento de estos respondieron que lo han adquirido mediante receta médica; un 28.6 por ciento que lo ha comprado a estudiantes de la unidad, un 21.4 por ciento que lo ha adquirido fuera del campus, así como un 14.3 por ciento especificó que lo ha comprado en la urbanización University Gardens.
“He tenido estudiantes que me dicen ‘Ah, cuando vienen los exámenes departamentales de Micro, te venden lasAdderall a cinco pesos”, ejemplificó Lupe sobre el costo de estas píldoras.
Las dos fuentes anónimas entrevistadas coincidieron en que, según la cantidad de gramos por unidad, éstas pueden costar aproximadamente cinco dólares de manera ilegal, tanto en la urbanización mencionada como en la UPRA.
El riesgo de la competitividad académica
Los “departamentos en los que los alumnos tienen mucha presión por sobresalir, como los de ciencias”, agregó Lupe, poseen una alta tasa de alumnos que optan por utilizar estos fármacos.
Jóvenes que están matriculados en programas en los que “debe(n) competir con el que está al lado o pasar tesis” optan por utilizarlos “porque sientes que puedes ser mejor o más competitivo al usarla”, explicó el psicólogo Billy Benjamín Santiago, quien se especializa en temas de adicción y ofrece charlas sobre el tema.
“El hecho de que (un alumno) tenga que estudiar y trabajar a la vez pudiera ser un elemento para que no tenga el suficiente tiempo para estudiar como quisiera y tenga que recurrir al Adderall”, añadió.
Si bien es cierto no existen estudios formales acerca del uso de esta píldora en el estudiantado universitario del país, de acuerdo con un análisis publicado en 2012 en la revista científica Brain and Behavior, el uso no recetado de estimulantes es la segunda forma de abuso de drogas ilícitas más común en la población estudiantil-universitaria de los Estados Unidos.
El principal efecto secundario de este fármaco en caso de que no se consuma de manera recetada, alertó la doctora Brenda Enid Matos, presidenta electa del Capítulo de Puerto Rico de la Asociación Psiquiátrica Americana (APA), es que “es uno de los (psicoestimulantes) con los que más debemos tener preocupación a nivel cardiovascular”.
Debido a su capacidad de incrementar los niveles de dopamina en el cerebro, la psiquiatra mencionó que el Adderall puede provocar ataques de ansiedad, insomnio, paranoia, pérdida de apetito, palpitaciones involuntarias e incluso sudoración, según la particularidad fisiológica de cada paciente.
“A mí cuando un paciente me pide de entrada ‘recétame Adderall’, mi respuesta es ‘no’. Ya ahí se me levanta el ‘warning’ de por qué me está pidiendo exactamente ese medicamente (…) Cuando un estudiante te lo pide, (es) porque otro compañero le dio, lo probó y le gustó”, mencionó Matos.
Los resultados del formulario en línea realizado para este reportaje arrojaron que un 46.8% de los estudiantes de la UPRA que lo respondieron, “sí” conocen de algún alumno o alumna del campus que consume Adderall.
Buscan soluciones desde distintos niveles
El Departamento de Tecnología en Comunicación Tele-Radial en conjunto con la Administración de Servicios de Salud Mental y Contra la Adicción (AMMSCA) se encuentra en desarrollo de una campaña de servicio público contra el uso indebido de fármacos no recetados, según José Luis Soto, Oficial de Prensa de la UPRA.
“Al día de hoy, nosotros no tenemos estadísticas de que los estudiantes de nuestro recinto los estén utilizando. (…) Pero no viene mal, a raíz de todo, llevar un mensaje”, expresó en relación con el uso de las pastillas.
“Si el estudiante llega con una situación a cualquiera de nuestras oficinas, se supone que nuestro personal (la) canalice rápidamente con la Procuraduría Estudiantil o con el Departamento de Consejería y Servicios Psicológicos”, planteó Soto.
En 2017 la industria farmacéutica, de la mano de AMMSCA, instaló el Controlled Medication Prescription Monitoring Program (PMP, por sus siglas en inglés), explicó Alfredo Román Rivera, presidente del Colegio de Farmacéuticos de Puerto Rico.
Este sistema interconectado de vigilancia electrónica monitorea las sustancias controladas dispensadas en las distintas farmacias del país, indicó Román Rivera. Esta iniciativa surgió tras el incremento en el abuso de fármacos de manera no médica en la población, detectado especialmente a partir del 2017.
El experto dejó claro que el precio de las Adderall en las farmacias de comunidad puede rondar entre los 70 centavos a los cinco dólares. No obstante, gran parte de los planes médicos cubren su costo hasta que el paciente cumple 18 años – si está diagnosticado con alguna enfermedad clínica.
“(Para) estos medicamentos, primero que nada, la persona tiene que ser evaluada por su médico para obtener el derivado adecuado para la condición del paciente. No es lo mismo una persona con déficit de atención o hipoactividad que una con hiperactividad (…) porque si la persona se la toma para estar alerta, lo que puede crear son efectos secundarios adversos”, puntualizó.