Las expresiones vertidas en el siguiente escrito no necesariamente representan el sentir de Pulso Estudiantil.
Por: Karina Pacheco del Río
Estudié periodismo en la Universidad de Puerto Rico, recinto de Río Piedras (UPR-RP); en la “mejor” universidad del país; en la más “liberal”; en la más “open minded”. La mayor parte de la matrícula es de mujeres y la mayor parte de quienes se gradúan, también.
En mi semana de orientación, recuerdo vivamente como hacían alarde de la Escuela Maternal (EM), y cito “no hay excusas para dejar de estudiar, pues la Universidad tiene un espacio para hijos libre de costo”. Cuando quedé embarazada, solicité para que mi bebé pudiera formar parte de la EM. Todavía espero la respuesta. Hace unos días me gradué con un hijo de año y medio, quien nunca tuvo la oportunidad de estar allí. Un día, hace unos meses, me llamaron diciendo que se abrió un espacio. Hicieron un sorteo por teléfono. El sorteo organizado no era por fecha de solicitud, sino simplemente un agregado de todas las personas que habían solicitado a la Escuela, y mi hijo no se ganó la rifa. Fue un juego de azar que afectó mi vida, el cual nunca presencié. Fue algo así como estos concursos de Oscar Meyer, en el que supuestamente hay una rifa para un súper premio y una no sabe ni quién la hace, ni si en realidad alguien gana. En mi caso, el premio, en lugar de un crucero, es la educación de mi hijo.
Valentina Rizzo estaba comenzando sus estudios de doctorado cuando quedó embarazada y solicitó a la Escuela Maternal. Cuando el bebé nació, nunca la llamaron. “Por un semestre traté de costear los gastos de una nana mientras yo estaba en clases, pero al segundo semestre lo dejé todo”, afirma.
Jomary Ramírez Segarra, estudiante de bachillerato en Bellas Artes, tuvo a su hija en la Escuela Maternal, pero al cumplir los 3 años, automáticamente dejo de recibir los servicios. “Tuve que asistir a clase con ella en mano, tomando exámenes y dando informes orales”, narró la joven estudiante. Los escollos que enfrentamos las mujeres estudiantes y madres en la cátedra transitan por todo el espectro de la cultura universitaria.
Cuando yo me sacaba leche materna entre clases no tenía un espacio cómodo para hacerlo, ni dónde guardar la leche. Me negaron el acceso a la nevera de la Escuela Maternal para mantener mi leche fría. Una vez me estaba sacando leche en el baño de Bellas Artes y una profesora me dijo que ese no era el sitio, que me fuera a Plaza Universitaria (como 20 minutos a pie de distancia de donde estaba y de donde era mi próxima clase) a sacarme leche, o que me fuera a la Facultad de Educación porque ahí tenían un cuarto que era específicamente para lactancia. Fui a Educación y no tenían dicho cuarto. Cuando viré a Bellas Artes ya había comenzado mi clase y tuve que tomarla con las tetas duras, llenas de leche.
Todas las organizaciones de salud reconocen que la leche materna fresca es la mejor opción de alimentación para lxs bebés. En una Universidad en la que hay tantas mujeres, deben ofrecer varias opciones de cuido para poder lactar más fácilmente. En caso de que esto no se pueda hacer una realidad, mínimo deben tener un cuarto de lactancia en cada edificio con su nevera para almacenarla, fregadero para limpiar las máquinas, las manos y las tetas, conexión eléctrica, seguro en la puerta y ventilación.
Muchxs profesorxs me permitieron llevar a mi hijo a clases, pero siempre dejándome saber de antemano que esto iba en contra de las normas de la Universidad. Por qué tienen estas normas anticuadas aún en pleno año 2016, nunca entenderé.
Nuestras experiencias son parte de la Universidad
Mi embarazo fue de alto riesgo por placenta previa. Estaba acostada sangrando sin poder, literalmente, meterme a la ducha. Cuando fui a pedir un crédito o reembolso por ese semestre que no iba a poder terminar, me dijeron que eso no se hacía, aunque lo pagué yo, no la beca. Me sacaron una cita en el Decanato, donde llevé toda la evidencia médica, sonogramas, citas, cartas de mi doctor y, aun así, terminaron cobrándome el semestre de clases que nunca tomé. A Jomary Ramírez Segarra le pasó exactamente lo mismo.
El discrimen de parte de los profesores es rampante, y utilizo el género gramatical masculino con propósito. Tomé una clase en la que el profesor llamaba a una estudiante como “la árabe”. La estudiante le expresó su incomodidad ante el asunto, y la primera vez que ella falto él dijo: “Ay, falto la árabe”. Tomé clases con un profesor que me regañó al frente de toda la clase por vestir muy provocativa, haciéndome sentir extremadamente incómoda. Luego de la clase, me invitó a comer. Le negué la invitación y comenzó a presentar una actitud reacia hacia mí en las próximas clases. He tomado clases con profesores hombres que empiezan a hablar de cómo les gusta tener sexo en salones en donde todas las estudiantes son mujeres. Jomary Segarra ha recibido comentarios de parte de diversos profesores halagando su sexualidad. El problema está en no tener una fuente en la que la estudiante se sienta cómoda de hablar lo que está ocurriendo en la Universidad. No dijimos nada. En el caso mío y de Jomary callamos por miedo a que tomaran represiones en contra de nosotras; por miedo a que no nos creyeran; por miedo a que no les hicieran nada a ellos.
El día de la graduación quería desfilar con mi bebé. Esto iba en contra del reglamento, pero pensé que lo más seguro era una regla anticuada que ya había cambiado, pues a través de las redes sociales he visto muchas fotos de graduaciones de distintas universidades de madres y padres desfilando con sus hijxs. Es una regla obsoleta pero aún sigue siendo ejercida. Lxs niñxs no solo no pueden desfilar con las madres, sino que tampoco pueden pasar al área de graduandas, ni para ser lactadx. El área de graduandas incluye el anfiteatro, el lobby y el espacio fuera del lobby. Las graduandas no pueden pasar al área de las invitadas, así que el único espacio en donde puedo lactar a mi hijo es en los banquitos que dan al estacionamiento, donde solo hay uno que coge sombra y estaba ocupado. Me quejé, hablé con ujieres, con el personal del piso, con guardias y todxs me dijeron que no podía pasar con mi bebé al área de graduandas, ni si quiera para lactarlo.
Sarai Deprat, graduanda de maestría, expresó que “se supone que estuviese asistiendo a los actos de graduación de la UPR Río Piedras, pero por razones injustificables no dejan entrar a niñas ni a niños en el área del desfile. Conociendo esta práctica, decidí hace tiempo que no asistiría a mi graduación de maestría”.
Esta graduación fue la ceremonia más injusta, machista, sexista, incómoda y discriminatoria, a la que he asistido (y yo estudié en un colegio católico). ¿Cómo es posible que nadie me pudo explicar el porqué de esta norma, la cual viola las leyes que están vigor en cuanto a la lactancia? ¿Cómo es posible que en la vida real una ande a todos lados con sus hijos, pero en esta ceremonia en la que el rector y el presidente hablan de la libertad y de terminar con el discrimen y el racismo, no permitan que los hijos de las estudiantes les acompañen? ¿Cómo es posible que aplaudan y te griten “¡Felicidades!”, cuando eres la única desfilando con calor y sudor por tener que haber llegado del banquito de afuera de lactar a un bebé?
Con esto no me bastan los comentarios de “pero te graduaste”, “eso te hizo más fuerte”, “eres una luchadora” o “celebra tus logros, enfócate en lo positivo”. Quiero que el año que viene nadie falte a su graduación porque sienta que es una decisión compartir con sus hijos o graduarse. Quiero que se pueda lactar adentro del “área de graduandos”. Quiero que se pueda desfilar con los hijos, que estos vivan la experiencia de graduarse junto a sus madres y padres. Quiero que se abra un foro en el que las estudiantes puedan hablar libre y cómodamente acerca de los distintos tipos de discrimen y comentarios que no se deben aguantar más. Quiero que devuelvan el dinero de las clases que por razones médicas no se pudieron tomar. Quiero que se amplíe el programa de la Escuela Maternal o que busquen opciones de cuidos cercanos a la Universidad libre de costo. Quiero que cada edificio tenga un cuarto de lactancia. Quiero poder llevar a mi bebe al salón de clase y lactarlo allí sin estar rompiendo las reglas o meter en problemas a mis profesorxs.
El espacio de aprendizaje más importante del País tiene mucho por aprender.